Batalla entre el bien y el mal

Más de 500 personas recrean por las calles del casco de Aguere el desfile de Diablos y Tarasca, con 18 números que recuperan los antiguos ritos y símbolos del Corpus Christi
La Tarasca, o también conocida como Bicha, es la representación del mal supremo. Fran Pallero
La Tarasca, o también conocida como Bicha, es la representación del mal supremo. Fran Pallero
La Tarasca, o también conocida como Bicha, es la representación del mal supremo. Fran Pallero

Diablos, gigantes, caballitos de fuego, el Pelícano y el Águila, símbolos del bien, y la Tarasca, como mal supremo, libraron ayer una batalla por las calles del centro de La Laguna durante la celebración del Desfile de Diablos y Tarasca, que recupera los antiguos ritos del Corpus Christi. A pesar de las nubes y el fresco, cientos de personas, entre las que había muchas familias y turistas, contemplaron el espectáculo a lo largo del recorrido, que arrancó poco después de las 19.00 horas desde la plaza Doctor Olivera. Esta simbólica lucha entre las fuerzas del bien y del mal transcurrió por el casco de la ciudad de manera rápida, dinámica y llamativa.

Esta tradición festiva se recuperó hace cuatro años y en cada edición ha ido creciendo tanto en la participación de personas en el desfile, como en la cifra de quienes se acercan a disfrutar de esta curiosa cabalgata llena de símbolos, con unos 5.000 asistentes en 2016, según datos de la organización.

Más de 500 personas participaron ayer en el acto, escenificando un total de 18 números que representaron a los gremios de artesanos y agricultores, a los símbolos de las fuerzas del mal y del bien, junto con Los Diabletes de Teguise, que un año más volvieron a participar, los caballitos de fuego de La Laguna, gigantes y cabezudos, entre otras figuras. Todo ellos al son de la música y el baile, como la Danza de arcos de Guamasa, con origen en el Corpus y que ha subsistido hasta hoy en día, o la Danza de Espadas o la de Matachines. Además, la cabalgata estuvo acompañada por la música de la Banda Sinfónica de la Universidad de La Laguna, la Banda Juvenil de Cornetas y Tambores de Santa María de Gracia y la de San Miguel.

Como novedad este año, se encargó al escultor Ibrahim Hernández la elaboración de los dos elementos principales del bien: el Pelícano y el Águila, que contaron con una nueva forma muy llamativa. Estas dos figuras se contraponen a la Tarasca, que es “la representación del mal supremo en un dragón, que también se conoce como Bicha”, explicó Benito Cabrera, impulsor y director de esta iniciativa. Además, se trajeron espadas de Toledo y el grupo San Borondón estrenó coreografía.

La concejal de Cultura del Ayuntamiento de La Laguna, María José Castañeda, explicó que, con este proyecto, se trata de recuperar parte del complejo ritual de la antigua fiesta del Corpus, que fue caldo de cultivo de numerosas expresiones festivas y etnográficas, con el objeto de devolver a la ciudad parte de su patrimonio inmaterial. Por ello se ha intentado hacer un inventario de los diversos componentes rituales del Corpus lagunero a lo largo de los siglos, para revisar su estructura y traerla al siglo XXI, ya no como fiesta religiosa, sino como desfile cultural. “Una fiesta familiar, cultural y un complemento a la celebración religiosa del domingo”, añadió Cabrera, quien destacó que la recuperación de este desfile “ha sido un proceso muy largo, muchos años trabajando con historiadores y el Archivo Municipal, y recogiendo información en Toledo y Valencia”. Además, apuntó que “el historiador Manuel Hernández ha asesorado todo el proceso”.

Prohibida DESDE el siglo XVIII

Esta cabalgata es “la reproducción del desfile de la magma procesión del Corpus”, que se representó desde el siglo XVI al XVIII, cuando fue prohibida por los ilustrados de la época y el rey Carlos III, aunque algunos de sus elementos se mantuvieron en virtud de una traslación de fecha hacia otras fiestas, como el Carnaval.

El Corpus Christi es la celebración más antigua de Canarias, pero no en su concepción actual. Su origen está en el año 1496 y la procesión religiosa era su elemento central, la materialización simbólica de la jerarquización social, de la lucha entre el bien y el mal y de la iconografía tradicional cristiana.

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