“Llegué a vivir en una tienda de campaña en el muelle de Santa Cruz”

Leila Smith reside en el hogar para mujeres y madres en situación vulnerable, solas y con hijos, que Cáritas gestiona en Santa Cruz de Tenerife
Leila y Ana Cecilia desayunan juntas en la casa con la que cuenta Atacaite, en la capital tinerfeña. ANDRÉS GUTIÉRREZ

Mujer, con hijos, sin recursos económicos y sin apoyo familiar. Este es el perfil principal de las personas que residen en Atacaite, una residencia gestionada por Cáritas en la que conviven diferentes familias monomarentales en situación de vulnerabilidad seria. El proyecto, que nació en el año 1995, es el único de la provincia dedicado a atender a este perfil de beneficiarios. Su principal objetivo es responder a la demanda de este sector de la población, uno de los más vulnerables de la sociedad, convirtiéndose así en un un hogar para numerosas mujeres y sus hijos.

Durante el pasado año se atendió a un total de 40 personas. De ellas, 12 fueron familias con 21 menores, además de otras siete mujeres sin hijos (aunque lo habitual son núcleos monomarentales, en ocasiones se hacen excepciones con mujeres que acuden solas). Al respecto, el responsable en Cáritas de este proyecto, José Antonio Díaz, explica a DIARIO DE AVISOS que este proceso de ayuda y asesoramiento se prolonga entre un año y un año y medio, aunque en ningún momento se establece una temporalidad, ya que son las personas que entran en Atacaite las que deciden el momento en que abandonan este espacio. De hecho, hay ocasiones en que, por diversas circunstancias, salen del centro sin empleo, aunque la mayoría de las mujeres acogidas en esta residencia deciden dejar atrás esta etapa cuando ya tienen no solo un puesto de trabajo que les facilite una cierta independencia económica, sino también un piso donde poder residir y unos ahorros para afrontar determinados imprevistos.

El objetivo es trabajar con aquellas familias en riesgo de exclusión para evitar que entren en este estado y que puedan acabar viviendo en la calle o perdiendo a sus hijos. “Se trata de una ayuda residencial puntual para momentos complicados”, matiza Díaz. Insiste en que no hay un perfil concreto, ya que en su mayoría son familias normalizadas que, por distintas condiciones, sobre todo económicas, están atravesando un periodo complicado y que ya han agotado todas las ayudas y los lazos familiares, o que carecen de estos. Sostiene que aunque el perfil es variado, en la mayoría de los casos las personas que se instalan en Atacaite son madres de dos o más niños, “y muchas de ellas vienen de relaciones sentimentales complicadas”. Insiste en que, aunque no se tratan casos de violencia de género, porque para ello hay otros recursos asistenciales, sí que muchas de las beneficiarias han tenido relaciones conflictivas. Asimismo, el servicio está abierto a todas las personas que se vean sin un hogar o sin ingresos para mantenerlo, salvo una excepción: aquellas mujeres con problemas de salud mental complicados, ya que al tratarse de una residencia en la que viven niños, hay que priorizar el bienestar de estos.

Las trabajadoras del centro detallan también que el nivel formativo es diverso, ya que se dan casos de personas con estudios superiores o que anteriormente han tenido estabilidad económica, pero que, por diversas circunstancias, terminan en situación de vulnerabilidad, incluso de un día para otro.
El responsable del proyecto matiza que en otros casos se trata de familias desestructuradas que, en ocasiones, tienen dificultades para hacer frente a la maternidad. “Nosotros no trabajamos con los niños directamente, salvo algún caso particular en el que sea necesario, y se deriva al profesional que se considera, sino que los hacemos con las madres: las tutelamos y les damos los conocimientos para que ellas sepan afrontar su vida de forma autónoma, ya que siempre en este centro son las propias madres las que toman las decisiones”, recalca.

Además del aspecto familiar, también se trabaja el ámbito personal de cada beneficiaria y su autoestima, entre otras vertientes, sobre todo en los casos de aquellas con episodios sentimentales difíciles. Las usuarias de este recurso de Cáritas son derivadas, por lo general, desde los servicios sociales de los municipios o por otras entidades. Asimismo, una de las vertientes en las que se trabaja es la búsqueda de empleo y la integración en los recursos del entorno.

Este espacio asistencial cuenta con cuatro trabajadoras que son las que, diariamente, atienden a estas familias. Ellas explican durante la visita de este medio que cada una de estas personas tiene autonomía para desenvolverse. “Cada cual hace su propia comida y come cuando considera, y es responsable de su habitación”, explican, aunque también reconocen que hay cierta organización y unas normas para garantizar el buen funcionamiento de esta casa, situada en la capital tinerfeña. Este espacio tampoco tiene horario, puesto “que cada una es libre para entrar y salir cuando quiera”.

Aunque la convivencia a veces es complicada, debido a que residen hasta una decena de familias, cada una con vidas distintas, las responsables afirman que el ambiente es positivo “y entre ellas se ayudan”. Poco a poco, estas mujeres, que por diferentes motivos se han visto solas, van construyendo su nueva vida, para un día poder volar solas, con las herramientas que se les presta en Atacaite.

“Llegué a vivir en una tienda de campaña; pero ahora estoy muy feliz”

Con apenas 31 años, Leila Smith nunca pensó que iba a vivir las situaciones por las que ha tenido que pasar en el último año, llegando incluso a dormir en una tienda de campaña en el muelle de Santa Cruz de Tenerife varios meses. Procedente de Maýgadanchester, Leila llegó a Tenerife con el objetivo de trabajar en el aeropuerto Reina Sofía. De hecho, pese a que no conocía el idioma, desarrolló su actividad profesional, como ya lo había hecho en su ciudad de origen, en una aerolínea. Diversos problemas laborales hicieron que esta joven perdiera su trabajo y el hogar donde residía, y no tenía a nadie en la Isla que la pudiera ayudar. Todo ello, llevó a Leila a vivir en la calle y en el albergue de la capital, hasta que un día conoció la labor de Atacaite y, por casualidad, ya que no es lo habitual al no tener hijos, pudo obtener una de sus plazas. Ahora Leila, tras varios meses, ha podido replantearse su vida. Planea dedicarse a la artesanía y pronto dejará el centro para compartir piso. Muy emocionada, no tiene palabras para agradecer la ayuda y el cariño que ha recibido en este tiempo y sostiene que seguirá colaborando con este proyecto.

“Me vi sola con mi hija, no sé qué sería de mí si no hubiera estado aquí”

Cuando salió de Venezuela con su esposo y su hija, lo hizo buscando una nueva oportunidad. Ana Cecilia Mederos lleva en Atacaite aproximadamente un año, junto a su hija. Aunque estuvo un tiempo conviviendo con un familiar, finalmente, diversas situaciones le hicieron abandonar esta casa. Su pareja también dejó la Isla. Entonces esta madre se encontró sola, ya que pese a asegurar que cuenta con familiares en Tenerife, apenas mantiene contacto con ellos. En su país ejercía como docente, pero debido a la difícil situación económica y a la posibilidad que tenía, ya que su padre es canario, optó por probar fortuna en el Archipiélago. Dado que su título no ha podido ser convalidado, ha tenido que buscarse la vida en otro ámbito. Hace un tiempo encontró un empleo en una empresa de ayuda a domicilio. A pesar de eso, ha preferido mantenerse en el centro hasta ahorrar suficiente para poder independizarse en los próximos meses. Incluso se plantea hacer su vida en la misma zona de Atacaite, debido a que su hija está muy bien integrada en el centro escolar y el entorno. “No sé qué sería de mí si no hubiera estado aquí”, confiesa.

Las ‘responsables’ del buen funcionamiento del centro

Cuatro mujeres forman el equipo principal de Atacaite y son las responsables de ayudar, en todo los posible, a que este hogar funcione en su día a día. Se trata de María del Carmen Cita, trabajadora social; la psicóloga Vanesa Gutiérrez, y las educadoras Candelaria Morales y Vanesa Martín.

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