José María Brito Pérez, Hijo Predilecto de La Palma – Por Oswaldo Izquierdo Dorta

El reconocimiento oficial de los méritos extraordinarios de un ciudadano engrandece al que lo recibe y, a su vez, al organismo que lo concede

El Cabildo Insular ha acordado nombrar Hijo Predilecto de La Palma al doctor José María Brito Pérez. Esta decisión, con la que sin duda estarán de acuerdo muchos palmeros – pacientes suyos, colegas, amigos y familiares-, se fundamenta en la excelente y dilatada labor profesional y humana desarrollada por un médico, que ha contribuido a ensanchar el nombre de la Isla en el ámbito de la Cirugía Cardiovascular Infantil, tanto en España como en el extranjero. El premio sirve para hacer más visible a esta figura de nuestra medicina y para hacer justicia a su trayectoria.

El reconocimiento oficial de los méritos extraordinarios de un ciudadano engrandece al que lo recibe y, a su vez, al organismo que lo concede. Los ciudadanos estamos obligados a dar lo mejor de nosotros mismos a la sociedad y esta, a través de sus representantes, se halla en la obligación de corresponder públicamente.

En plena travesía del desierto de nuestra posguerra, muchos maestros nacionales de diversa procedencia e ideología, pero con idéntica entrega y generosidad, empezaron a prolongar sus clases más allá de las fronteras cronológicas y de los niveles que marcaban los planes de enseñanza. Los horarios oficiales eran de nueve a doce y de dos a cuatro; la estancia escolar, de los seis a los catorce años; y los currículos de la Enseñanza Primaria se limitaban a lectura, escritura, operaciones aritméticas y nociones de cultura general. Centenares de aquellos docentes rompieron estas fronteras, ampliaron el horizonte mental de los pueblos, crearon inquietud entre los padres y propiciaron el estudio de los más jóvenes.

Uno de estos maestros, don Antonio Cabrera, natural de Fuencaliente, preparó para el examen de ingreso de Bachillerato, cuando regentaba la escuela de niños de Tajuya, a varios de sus alumnos; entre ellos, a José María Brito Pérez.
El ascenso a este nivel conllevó un desplazamiento diario a Los Llanos, generalmente a pie, para iniciar los siete cursos y el examen de estado en la Fundación Muñoz y terminarlos en la Academia Lavers.

Llegados a esta encrucijada, era imprescindible elegir entre los caminos posibles. José María eligió uno de los más largos, distantes y difíciles: estudiar Medicina, para lo que era necesario trasladarse a la Península. Este reto estaba reservado para los alumnos que se sentían impulsados por una fuerte y clara vocación.

¿Qué razones potenciaron esa inclinación en José María y en la mayoría de los jóvenes palmeros que se desplazaron a la Península? Posiblemente, fue la confluencia de varios factores: una tradición centenaria de medicina popular arraigada en las familias; el prestigio de médicos referenciales, como don Manuel Morales o don Juan Fernández, o de cirujanos, como don José Sobaco; y las grandes expectativas del momento, creadas por el uso generalizado de los Rayos X, las mejoras en anestesia y el empleo de la penicilina, entre otras.

José María Brito cursó tres años en Cádiz y tres en Madrid. Fue alumno interno del profesor Jiménez Díaz y, luego, residente en la Clínica de La Concepción. Se licenció con sobresaliente en 1959.

Fue, precisamente, en la Clínica de La Concepción donde entró en contacto con la cardiología y conoció al que sería su jefe, Gregorio Rábago, un profesional trabajador y disciplinado, que se había formado en los EEUU. El equipo dirigido por el doctor Rábago, que fue pionero en la cirugía a corazón abierto, logró que esta clínica, hoy Fundación “Jiménez Díaz”, se transformara en un centro de prestigio.

A partir de 1964, como cirujano cardiovascular, tuvo un brillante recorrido profesional: Jefe de servicio de Cirugía Cardiovascular Infantil del Hospital “Ramón y Cajal”, profesor asociado de Cirugía Cardiaca de la universidad de Alcalá de Henares y jefe de servicio en la Unidad Médico-Quirúrgica de Cardiología Pediátrica y Cardiologías Congénitas del Hospital Universitario Materno-Infantil de Canarias.

Ha colaborado con los hospitales de Santa María de Lisboa (Portugal) y William Soler de La Habana (Cuba), en la formación de especialistas. Ha participado en la organización de la Unidad de Cirugía Cardiaca Infantil del hospital de La Zarzuela, en Madrid.

Ha sido presidente de la Sociedad Española de Cirugía Cardiovascular, entre 1988 y 1992. Es miembro de número de once sociedades científicas nacionales e internacionales. Ha sido delegado español en la Internacional Society for Cardiovascular Surgery, entre 1989 y 1995.

Ha publicado numerosos artículos monográficos en revistas científicas nacionales y extranjeras. Ha presentado comunicaciones en congresos nacionales e internacionales de su especialidad.

El reconocimiento de su extraordinario currículo profesional y de sus excepcionales condiciones humanas se han visto refrendados por la concesión de la Encomienda de Número de la Orden de Mérito Civil, la Medalla de Oro de El Paso (La Palma) y el nombramiento de Hijo Predilecto de esa ciudad.

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