La humanidad: ¿el error de la evolución?

Enmendar los desastres que se están generando en este momento en el planeta herido solo tienen solución con implementar políticas que tengan como base fundamental destinar una fuerte inversión en “más y mejor educación”
Wolfredo Wildpret de la Torre

Por Wolfredo Wildpret de la Torre*

La humanidad puede ser considerada bien como el punto culminante de la evolución, o como su más grave error. No existe criatura alguna en esa delgada capa donde se da el milagro de la vida que sea, siquiera aproximadamente, tan inteligente y tan precoz. Ninguna otra tiene una tan alta capacidad de pensar, soñar y mejorar un mundo posible. Y sin embargo, ninguna otra criatura revela tal capacidad para comportarse perversamente con su hábitat promoviendo sin interrupción una proliferación irreflexiva de un sinnúmero de actividades, sin pensar en sus consecuencias.

El frágil milagro de la vida que se produce en la delgada capa que recubre al planeta, la biosfera, esta formada por infinitos organismos enlazados entre sí.

Por poner algunos ejemplos extremos, presentes en el territorio insular canario, me atrevo a citar las arqueobacterias que viven en ambientes hipersalinos tiñendo de color púrpura el agua de las salinas o aquellos organismos presentes en los ambientes completamente oscuros de grutas y tubos volcánicos inundados de agua marina o los termófilos instalados sobre las tierras ardientes de las fumarolas volcánicas. Cito como ejemplos seres vivos muy primitivos que quizá puedan remontarse a las primeras manifestaciones de vida surgidas hace millones de años en nuestro planeta. Quizá llegadas formando parte de partículas cósmicas que diariamente caen sobre nosotros desde los confines más alejados del universo.

Por este sistema global, que es la vida, fluye la información transferida genéticamente a las nuevas generaciones haciendo que el cambio, la diversidad, la especialización y las complejas interdependencias hagan su aparición a todos los niveles.

Un 5 de junio más, escribo estas reflexiones ante el panorama sombrío que nos afecta, frente al panorama poco halagüeño que se cierne sobre nuestros recursos naturales. Trato, en el poco tiempo que me queda de vida, mantener viva la esperanza y la ilusión de que el futuro imprevisible será mejor que el tiempo actual envuelto en una realidad llena de incógnitas. Me atrevo a mencionar solo algunos ejemplos que me llaman la atención en nuestras siete islas y en el islote habitado: entre otras actuaciones, continúa el creciente despilfarro energético e hidráulico, y la famosa Ley del Suelo, que, caso de aprobarse, afectará seriamente a nuestros espacios protegidos… Las especies invasoras se extienden a una velocidad imparable en el medio terrestre y marino sin que se hagan, a pesar de nuestras reiteradas advertencias, acciones positivas para su erradicación o al menos por su control. Sólo el entusiasmo y trabajo de algunas ONG han priorizado esta lucha por el control de las invasoras, aunque carentes de ayuda institucional. El Parque Nacional del Teide, con sus más de cuatro millones de visitantes el año pasado y con las actividades lúdicas autorizadas,ya va camino de una antropización creciente y alarmante, lejos de los objetivos contemplados en su Plan Rector de Uso y Gestión. Esta situación puede extrapolarse a los otros Parques Nacionales y espacios protegidos de la Comunidad Autónoma. En lo que respecta a la Educación Medioambiental, quizás mi reivindicación educativa más insistente, no percibo en nuestra Universidad iniciativas serias, salvo en algunas excepciones, en implementar medidas de ahorro energético y fomentar proyectos serios de investigación y desarrollo en ese sentido. Por el contario, sí he podido constatar en numerosos centros de Educación Primaria y Secundaria una loable y efectiva labor del profesorado y del alumnado en promover actividades y estimular la sensibilización frente a los problemas medioambientales.

Hace unos días ordenando mis papeles encontré el texto que pronunció el escritor Octavio Paz Lozano (Ciudad de México, 1914 -1998) poeta, ensayista y diplomático mexicano multipremiado, uno de los más influyentes escritores del siglo XX, al recibir el Premio Nobel de Literatura 1990. Desde entonces han pasado 27 años. El fragmento de texto que he elegido como colofón de este mensaje es de una vigencia rabiosa.

“Nuestro irreflexivo culto al progreso y a los avances mismos de nuestra lucha por dominar a la naturaleza se han convertido en una carrera suicida. En el momento en que comenzamos a descifrar los secretos de las galaxias y de las partículas atómicas, los enigmas de la vida, hemos herido en su centro a la Naturaleza. Por eso, cualesquiera que sean las formas de organización política y social que adopten las naciones, la cuestión más inmediata y apremiante es la supervivencia del medio natural. Defender la naturaleza es defender a los hombres”.

Dedico estas reflexiones a los niños y niñas que viven en Canarias. En ellos hay que confiar como responsables de un futuro mejor. Enmendar los desastres que se están generando en este momento en el planeta herido solo tienen solución con implementar políticas que tengan como base fundamental destinar una fuerte inversión en “más y mejor educación”.

*CATEDRÁTICO DE BOTÁNICA, PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA, PREMIO CANARIAS DE INVESTIGACIÓN

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