sanidad

“Crecen las sustancias químicas con incidencia directa en las alergias”

Fernando de la Torre Morín, especialista en alergología, ha creado escuela en Canarias, cosechando con esa especialidad un alto reconocimiento internacional
Foto de ANDRÉS GUTIÉRREZ

Zenaido Hernández

Su intensa dedicación a la medicina se ha visto equilibrada en igual dimensión con el desarrollo de sus múltiples aficiones, entre ellas, el deporte y, sobre todo, en la proyección social debida a su firme veneración por las tradiciones. Fernando de la Torre Morín, especialista en alergología, ha creado escuela en Canarias, cosechando con esa especialidad un alto reconocimiento internacional. “Nací para la medicina; lo llevo en la sangre”, dice al repasar en su despacho los diplomas y fotos que le acompañan y dan cuenta de su plena dedicación, que prolonga en la actualidad atendiendo a pacientes, dos veces a la semana, y dirigiendo varias tesis doctorales. “Necesito estar al día y distribuyo el tiempo entre la familia, los amigos y la consulta e investigación”. “Desde chico -recuerda- sentí curiosidad por la anatomía de los animales. Me gustaba jugar a ser médico, a investigar los órganos internos de los animalitos, que abría y disecaba. En mi familia la vocación por la medicina es una constante y por eso continúa en el presente; está entre sobrinos como Arturo Hardisson de la Torre, catedrático de Toxicología en la ULL, o Javier de la Torre Fernández Vega, anatomopatólogo y ginecólogo del Valle Hebrón y clínica Tecno de Barcelona”.

-¿La bata blanca imprime carácter?

“Forja en responsabilidad. Es algo más que una vocación, una opción en la vida que me gustaba y me gusta, no como profesión, sino como forma de vida. Que yo recuerde, siempre tuve esa inclinación, tanto cuando viví en La Laguna como durante los veranos en Garachico, de donde era mi padre, o mientras estudiaba en Nava La Salle, en San Ildefonso, y luego en el Cabrera Pinto. Con ella me fui a Cádiz, para hacer la licenciatura en Medicina y Cirugía, que finalicé en 1969”.

-¿Porqué se decantó por la alergología?

“Mi ilusión era hacer cirugía pediátrica, por el interés que despertó en mí el profesor Felipe de la Cruz Caro, que luego me llevó a Neuchatel, en Suiza, con intención de estar bajo la tutela del profesor Fanconi, que en ese momento era el número uno en Europa. Tuve que regresar a Tenerife debido a problemas familiares, como también lo hizo mi hermano Guillermo, que ya llevaba 12 años allí; era director de la Maternidad en el hospital, cargo que dejó para incorporarse junto al profesor Parache cuando se abrió el Hospital General y Clínico. Yo vine con el profesor Manuel Bueno, que era catedrático de Pediatría; a él debo que me decantara por las alergias, pues fue quien me hizo ver la importancia que en el futuro iba a tener la alergia en inmunología. Fue así como me fui introduciendo en esa área, con el doctor Belda”.

-Cádiz, cuna de médicos canarios.

“Era la universidad que quedaba más cerca y ya se había establecido una tradición. Recuerdo ese tiempo entre los mejores años de mi vida. Había un compañerismo enorme entre los estudiantes, no solo entre nosotros, de todas las islas, sino con los peninsulares, sudamericanos y algunos de África, sobre todo marroquíes. Los cursos eran de 60 o 70 y nos divertíamos, pero sabíamos dedicar el tiempo al estudio. Las promociones del 68, la del 69, que fue la mía, y la del 70, se recuerdan entre las mejores de la Facultad. Éramos muy buenos estudiantes; nos gustaban las serenatas, el deporte, pero estudiábamos de lunes a viernes, tardes y noches, incluida Semana Santa. Allí coincidí con Claudio Siverio, Arturo Soriano, Jorge Toledo, Ruperto González Blanco, Cardenal del Valle, Isidro Togores, José Emilio García Gómez, César Perera y su hermana Josefa, David del Rosario, Raúl Rodríguez, Mario Baudet, Pepe Carrillo… De todos guardo un recuerdo imborrable, en especial de Pedro Betancor León, que fue un gran estudiante y uno de los catedráticos más jóvenes en Medicina Interna”.

-¿Cómo obtuvo la especialidad de alergólogo?

“Hay que situarse en aquel momento, antes de los ochenta. Había una gran escasez de médicos; se iba a inaugurar el Hospital y se nos ofrecía cada dos o tres años optar a una especialidad. Yo hice Traumatología durante dos años en el Hospital de San Rafael de Cádiz, pero nunca llegué a pedir el título. Luego hice Pediatría y Puericultura con el profesor Manuel Bueno y más tarde la especialidad de Medicina de Empresa. Con la entrada de España en la Comunidad Económica Europea se avanza en el reconocimiento de las especialidades médicas. Se convocan exámenes, escrito y práctico, y opté por Alergia e Inmunología Clínica. Había que tener años de dedicación y el doctorado, y nos dieron el título a unos 80 en toda España. En los años siguientes fuimos nosotros quienes examinamos a otros compañeros, que optaron al título. Obtuve la docencia en 2004 en el Hospital de la Candelaria, si bien desde 1986 y hasta la jubilación he estado al frente del Servicio de Alergia e Inmunología”.

-¿Somos los canarios especialmente sensibles a padecer alergias?

“Cuando llegué a Tenerife me encontré con la prevalencia de varios tipos de alergia. Hice campañas de divulgación en los periódicos y radios y me respondieron con denuncias y amenazas en el Colegio de Médicos. Seguí fiel a la ética profesional, que ha sido y es mi guía, y sobre todo denuncié el intrusismo. Me iba por los colegio, institutos y asociaciones de vecinos explicando qué es la alergia, qué factores la desencadenan y su prevención. Con el doctor Sastre Castillo, de la Fundación Jiménez Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Alergia; el profesor Conde Hernández, de Sevilla, de Medicina General, y el doctor Eloy Losada, del Ramón y Cajal, y contando con el apoyo del presidente de la Real Academia de Medicina, José Pérez y Pérez, comenzamos a realizar las Jornadas Canarias de Alergia e Inmunología, los cursos de Doctorado, y las Semanas del Atlántico, con la participación de Madeira y Azores”.

-¿Canarias es una referencia internacional?

“Me cabe la satisfacción de haber contribuido a conseguir ese logro, para el que conté con el apoyo de muchas personas. Merecen la consideración de ser las jornadas más antiguas de España entre todas las que se han celebrado de las diferentes especialidades médicas, y las estuvimos haciendo de manera ininterrumpida durante 31 años. Por aquí pasaron premios Nobel, así como grandes internistas, neumólogos, pediatras otorrinos, dermatólogos y alergólogos e inmunólogos, todos entre los mejores del mundo. Aquí tuvimos al primer Premio Nobel que vino a España después de la muerte de Franco, el profesor Jean Dausset, o el profesor Ishizaka, que descubrió la reagina atópica, por la que recibió en 1966 el Nobel, o Johansson, que lo fue al siguiente año por su descubrimiento de una nueva proteína en un mieloma atípico”.

Foto de ANDRÉS GUTIÉRREZ

-¿Somo proclives a las alergias?

“Ni más ni menos que en otros lugares, en los que por igual destacan los ácaros y los pólenes. Mire, cuando empecé prácticamente no se conocía nada de eso. Me traje de Landres un sporo-trap para medir el polen, siguiendo el método que había implantado en Madrid el profesor Zubiza. Lo instalé en la azotea de mi casa, en la avenida de Las Asuncionistas, luego en La Laguna, en el Ayuntamiento, y más tarde en mi casa de Tacoronte. Con los datos que recogimos se pudo hacer el primero de los mapas polínicos de España. Detectamos fundamentalmente gramíneas salvajes, parietaria y artemisa. Ahora hay una mayor variedad, sobre todo por el césped fino del tranvía y por los olivos. También recogimos espináseas, hongos… En el 78 empezamos a investigar los ácaros, dado que aquí, por el clima tan favorable que tenemos, las alergias resultan persistentes. Entonces trabajaba como médico de Portuarios y conmigo, como ATS, estaba Rafael Arozarena, amigo íntimo y entomólogo. Juntos estudiamos los ácaros y elaboramos el primer mapa acarológico que se hizo en España. Investigamos los ácaros de almacenamiento y fuimos los primeros en citar al keiletus, que es el ácaro mayor, así como la blomia, que nos llegaba de América. Nos interesamos por las alergias del personal que trabajaba en los almacenes de maderas y en las carpinterías, también las que se debían a la cucarachas. Analizamos la alergia por el anisaki simplex, al detectar muchas urticarias y anafilaxis por ese gusano nematode que está en pescados, lapas y otros moluscos. Hemos estudiado los problemas derivados de las picaduras de las abejas, que se ha convertido en una amenaza grave por la hibridación, o las que se deben al polen del olivo a causa del desmedido apoyo que están dando a ese cultivo. Investigamos las de la flouresceína por sus efectos en los pacientes de oftalmología… Hay que considerar que cada día crece el número de sustancias químicas a las que nos vemos sometidos y que cada persona reacciona de manera diferente, por eso la atención medica es individual. La alergología es un campo apasionante, que no tiene límites. Ahora mismo estoy dirigiendo cuatro tesis de altísimo nivel. ¿Me permite añadir algo?”.

-Usted dirá.

“Es que son muchas las personas que me han acompañado en todo este proceso y me gustaría al menos expresar mi agradecimiento a todas ellas: a mi familia, a los alcaldes de todos esos años de Santa Cruz, La Orotava y Garachico, así como a los presidentes del Gobierno, del Cabildo y a la Escuela de Servicios Sanitarios de Canarias, entre otros muchos”.

Foto de ANDRÉS GUTIÉRREZ

Hizo de Canarias un referente internacional en alergología

Con la entereza que emana de su formación deportiva -jugó en el Estrella de La Laguna (fútbol), en el Canarias (baloncesto) en la época de Ríos Tejera y Juan Miranda y luego en el Náutico de Sevilla-, asumió el reto de organizar en Tenerife durante más de 30 años los encuentros de alergología. Entre los participantes guarda especial recuerdo del Nobel J. Dausset. Con todos formalizó nexos de colaboración.

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