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La historia de Cherif Seck: del cayuco a empresario en Candelaria

Cherif Seck llegó a Tenerife en 2006 junto a 93 inmigrantes en una tradicional embarcación de su pueblo, Saint Louis, en Senegal, y tras un año en el CIE comenzó a trabajar de traductor y luego de hamaquero
Cherif Seck, trabajando en Punta Larga. Sergio Méndez
Cherif Seck, trabajando en Punta Larga. Sergio Méndez

Su nombre, de origen árabe, Cherif Seck, significa el sabio, y no es que presuma de ello, pero a este senegalés de unos 40 años se le nota preparado y bien espabilado, y la vida le sonríe, como sonríe él a la vida. “Ser amable con la gente tiene siempre su premio: es la mejor garantía de triunfar en el trabajo”, comenta quien desde octubre gestiona el servicio de sombrillas y hamacas en la playa de Punta Larga, en Candelaria.

Y tiene motivos para sonreír, porque en 2006, en plena avalancha de pateras y cayucos sobre las Islas Canarias, Cherif Seck salió de su Saint Louis natal, al norte de Senegal, junto a otros 93 jóvenes inmigrantes, y todos llegaron sanos y salvos a Los Cristianos. “Fue una travesía dura, pero todos llegamos bien, algunos están hoy en Tenerife, muchos en la Península y otros, sin suerte, regresaron a Senegal”.

Cherif Seck, como otros muchos compañeros de aquel cayuco, venía buscando una vida mejor y poder desplegar sus conocimientos lejos de su país. Licenciado en Telecomunicaciones, entendía que Europa le facilitaría las cosas, sin importarle dejar atrás a sus padres pescadores, los mismos que utilizaban el cayuco para pescar, o a sus cinco hermanos.

Tras un año en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría, comenzó a trabajar de traductor, para la propia Policía Nacional, hasta que en “en el año 2010, cuando vendía gafas, conocí a un señor en Las Teresitas que alquilaba hamacas y me ofreció trabajar con él al 50%, hasta que falleció el año pasado y decidí montar mi propia empresa”

“Era la zona vip, en el sector 8, y algunos días sacábamos hasta 800 euros al día”, comenta. “Decidí montar mi propio negocio, porque no me llevaba bien con el hijo de mi jefe”. Un día fue a comer a la avenida marítima de la Villa Mariana y vio que faltaba ese servicio en la playa. No dudó en informarse en Costas y en apenas dos meses obtuvo la concesión. Pidió un préstamo y compró hamacas y sombrillas, y en octubre comenzó a atender a los clientes, ávidos de una sombra donde cobijarse o una hamaca donde reposar. “Tuve que pedir a Costas permiso para instalar sombrillas fijas, porque el viento aquí es muy fuerte, algo que se me concedió sin problemas”, relata.

Entiende que ahora no vengan tantos cayucos a Canarias como hace 11 años, cuando llegó él, porque “hay más vigilancia, Senegal está mejor y aquí no es fácil conseguir trabajo”. Hoy se siente “un chicharrero más, ya viajo poco a Senegal”.

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