al fin es lunes

Exprópiese y sobre esta piedra hagamos un centro histórico

Ha pasado tanto tiempo de casi todo que ni Carmelo Rivero, que tiene tanta memoria como postits, esos papelitos amarillos que coloca entre los libros para no olvidarse de lo que leyó, se acuerda de cuando Hugo Chávez se dedicó a expropiar a través de Aló presidente todo aquello que fuera susceptible de ser expropiado en un entorno del viejo casco de La Habana

Por Ángel Arenas

Ha pasado tanto tiempo de casi todo que ni Carmelo Rivero, que tiene tanta memoria como postits, esos papelitos amarillos que coloca entre los libros para no olvidarse de lo que leyó, se acuerda de cuando Hugo Chávez se dedicó a expropiar a través de Aló presidente todo aquello que fuera susceptible de ser expropiado en un entorno del viejo casco de La Habana.

Digo que pocos deben acordarse porque en una discusión que tuve aquí, en Miami, mientras los venezolanos votaban en referendum la constituyente de Maduro, sobre algunos sucedidos protagonizados por el muy hablador comandante en jefe. Fueron saliendo, jalonados por el estupor que causa el más difícil todavía, todo tipo de anécdotas, que más o menos habían olvidado todos. Y cuando conté el suceso del “¡exprópiese!”, del que hay abundante material en las redes sociales, los que estaban allí me acusaron de estar inventando historias. “Aumentando”, como se dice en la costa Caribe y se decía, creo, también en Tenerife.

Lo cierto es que esa historia ocurrió. Chávez fue con sus allegados más proclives al aplauso a un determinado enclave de Caracas, acompañado también por el alcalde de la ciudad. Y conminó al edil a ir identificando cada una de las propiedades que había alrededor. Cada propiedad, con su utilización y su historia. Si la historia era importante, o el propietario era poco cercano a los intereses de la República, el hombre más importante de la Nación exclamaba, lanzando el dedo al ojo de la Historia:

-¡Exprópiese!

Ya se conoce el énfasis que el comandante le daba a las palabras, sustantivos o adjetivos, ardid expresivo que ha heredado su sucesor, Nicolás Maduro. Deténganlo, persíganlo, exprópienlo…, son términos que la sociedad venezolana de estos últimos dieciocho años ha escuchado entre divertida y estupefacta. Y sigue la retahíla cada vez más fuerte, porque cada vez más fuerte grita el sucesor, Maduro, al que Dios ni Chávez llamaron por el camino de la reflexión política. En ese sentido, exprópiese es una excelente manera de poner una pica en la casa del vecino.

Pues aquí en Miami, al menos, se olvidó la famosa frase de una sola palabra, así que tuve que sacar el celular, buscar la famosa grabación y explicar de nuevo que eso que parece inventado por una mente antichavista existió en la realidad y es chavismo en estado puro. Lo que no recordaba yo mismo es lo que quería hacer Chávez con tanto local expropiado. Y está en Youtube, también. Como si estuviera nombrando el mundo, o inaugurándolo, como Dios o como Gabriel García Márquez, Chávez explicó al final de su intervención ante la Historia de las expropiaciones de su largo periodo de mando: él quería hacer de ese entorno, en el casco viejo de Caracas, un centro histórico. ¿Por qué? En una de esas casas así expropiadas había vivido un tiempo (unos días de recién casado, no se crean que una eternidad) Simón Bolívar, el libertador.

A mi esa anécdota me basta para hacer que Chávez resulte dramática y grotescamente inolvidable. Eso le dije a Carmelo. Él me confesó no recordar la anécdota, pero luego me dijo que sí recordaba cosas así dichas por próceres isleños en la muy famosa, e igualmente arbitraria, dictadura de Franco en nuestras muy liberales islas.

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