por qué no me callo

La trama de un pacto prevacacional

Como quiera que el acuerdo de gobierno es cosa de dos, diríase que todas las apuestas caben en las vísperas del desenlace de este tira y afloja entre Coalición Canaria y el Partido Popular

Como quiera que el acuerdo de gobierno es cosa de dos, diríase que todas las apuestas caben en las vísperas del desenlace de este tira y afloja entre Coalición Canaria y el Partido Popular. Cuando la autonomía era bisoña ya era montaraz, y estas cosas solían estar rodeadas de una teatralidad brutal, aun más exagerada que este parto interruptus entre CC y PP. Hubo en una ocasión tal grado de postureo y posverdad -como ahora diríamos- en las negociaciones formales, que Julio Bonis hizo creer al PSOE hasta el último minuto que todo estaba hecho mientras cerraba con el PP. La moción de censura de Hermoso a Saavedra estuvo precedida de la máxima cordialidad, momentos antes, entre dos líderes que no tenían ningún roce personal, pero la política -ya entonces- se regía por reglas que no contemplaba atenuantes.
Así fue siempre. Los gobiernos se rompían y los pactos se fraguaban como por arte de magia; había quienes eran verdaderos expertos. La historia política de Canarias es una gran componenda. Los personajes que poblaron la génesis del llamado autogobierno -del Legionario al marqués de La Oliva hay toda una galería de pícaros de mucho cuidado- hacían uso de un manual de estilo que los nuevos dirigentes han perfeccionado y corregido. Alguno que otro ha logrado sobrevivir a los altibajos de una vida de parlamentario genuinamente cainita. Tomás Padrón le regaló a Olarte en su investidura un naife que simbolizaba la célebre puñalada trapera, para que se pusiera a buen recaudo.

Nunca los socios de un pacto de gobierno se han llevado bien. Tras una rabieta de puertas adentro, el presidente sufrió una hemorragia nasal. Y el tiempo ha curado heridas que parecían letales. Nos llevaríamos una sorpresa si se divulgaran las simpatías que ha generado entre el aceite y el vinagre la evolución de la política canaria recientemente.

Ahora estamos en lo que estamos. En el kilómetro cero de un acuerdo in albis entre Coalición y el PP. Algunos de los viejos tics regresan al lugar del crimen. Así como papa no se es hasta que no sale humo blanco por la chimenea del Vaticano, está costando que entre CC y PP deje de asomar esa fumata negra que mantiene el invento en punto muerto. De nuevo la causa no son las ideas, sino los cargos, desde que la democracia es democracia y desde los griegos no hay taumaturgia que valga.

Pero el instante en el que estamos es singular respecto a toda la historia precedente. Se rompió el pacto con el PSOE, volviendo a las viejas costumbres, y en Madrid mea Coalición como marcan los cánones. Bien podría CC negarse a hacer un hueco al PP en el Gobierno a cambio del óbolo de Oramas. Pero esta vez tiene motivos para dudar de su suerte.

Si en diciembre, Rajoy, una vez aprobados los Presupuestos de 2018, concluye que las elecciones serán en 2019

-esa hipótesis de unir todas las urnas nacionales, autonómicas y locales produce pavor a las fuerzas minoritarias-, Asier Antona tendría -entonces sí- las manos libres para cumplir con su amenaza favorita de “oposición con todas las consecuencias”. Ese último año y medio 2018-2019 sería un calvario para Clavijo. Por eso el presidente quiere sinceramente llegar a un acuerdo con Antona; no se fía de Rajoy, a quien ha consultado los pasos que piensa dar. Salgan o no del Gobierno Pedro Ortega, Valido, Narvay o Barragán, es Román Rodríguez quien preocupa a CC. Ahora manda en Madrid y se reúne en secreto con Rajoy. ¿Qué trama?

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