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Mamandurria oficial

Este país ha cogido la costumbre de mamar. Pero no sólo la han cogido los que gobiernan, sean del partido que sean, sino las instituciones oficiales

Este país ha cogido la costumbre de mamar. Pero no sólo la han cogido los que gobiernan, sean del partido que sean, sino las instituciones oficiales. Ya no sólo mama por todo la Hacienda pública, y la Hacienda autonómica, que te tienen trincado por los huevos y no te sueltan. Las multas de los ayuntamientos son excesivas. Imaginen a un jubilado que gane 800 euros, a un parado, o a un pensionista de 400 euros, pagando una multa de 200 porque ha llevado a su mujer a la peluquería y ha dejado cinco minutos su coche en una parada de guaguas -cuando las guaguas no paran casi nunca en las paradas, porque no caben-. Son importes absolutamente abusivos. Mi sobrino, que está en Francia, se cabrea cuando le cobran siete euros por una coca-cola en París. Pero en Francia, la presión fiscal, la voracidad de los ayuntamientos y el ansia recaudatoria de las instituciones públicas -para que luego se lo mamen, digo en España, los gestores públicos- es menor que en nuestro país. Hemos colocado a España en niveles recaudatorios muy superiores a los europeos cuando los sueldos son el treinta o el cuarenta por ciento más exiguos y con un 22% de paro frente a un 6% en Alemania o un 7% en el país galo. España se nos ha ido a todos de las manos, los ayuntamientos recurren a las multas para poder cubrir sus gastos desproporcionados. En Madrid es un infierno conducir; cuando no te multa un radar te trinca un municipal y cuando no un agente de movilidad. La han tomado con el automóvil, sin solucionar el transporte público. Ya uno no se puede ir de vacaciones al extranjero, porque el precio de los hoteles se ha disparado, en relación a los sueldos en España. Menos mal que allí no tienes un guardia detrás de cada columna, afilando el lápiz.

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