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Mamotrético

Es el adjetivo de un sustantivo que es despectivo. Sobre el mamotreto he venido opinando en este medio cuatro veces, la última en febrero de 2016

Es el adjetivo de un sustantivo que es despectivo. Sobre el mamotreto he venido opinando en este medio cuatro veces, la última en febrero de 2016. El tema, 16 meses después, es de rabiosa actualidad. La justicia penal fuerza la demolición del total de una obra de propiedad municipal, en fase de ejecución y que sólo tiene una pequeña esquina fuera del deslinde de Costas, vigente desde 1961. Conozco en detalle los antecedentes, el histórico, el Concurso Internacional de Las Teresitas, la Sentencia del mamotreto, el nuevo Plan Especial, los tres informes jurídicos municipales sobre el tema, la resolución judicial y, como la mayoría de los ciudadanos de Santa Cruz, desconcertado sin ver la razón y el sentido de la resolución. Soportada en una “injusticia penal”, que, contra la aconsejada intervención y penas mínimas, se eleva sobre la realidad y el interés ciudadano, obligando contra la legislación del suelo, contra la Ley de Costas, contra la Ley de Régimen Local, a demoler un bien nuestro municipal, que el Plan Especial en tramitación lo coloca en la misma situación. Esto en el mundo real ciudadano no es posible, no se entiende. No conozco a nadie con quien haya hablado que comparta el resultado, por mucho que el portavoz municipal pretenda reducirlo ahora a un caso de opiniones personales. El mamotreto sigue arrollando lo que se le pone por delante. En estos días, el sacrificio del concejal de Urbanismo, ofrecido en bandeja por su propio partido. Una vez más la disciplina interna por delante del servicio al ciudadano, ajena a la defensa del bien público patrimonio de todos y, por ello, a expensas del juego de los partidos. El proceso del mamotreto se ha libanizado. Esto ocurre en los temas que se prolongan en el tiempo, nunca se acaban de resolver y van apareciendo nuevos actores que no solo no resuelven, sino que lo aprovechan para sus enredos de partido. El Ayuntamiento de Santa Cruz es el Líbano, donde se mantienen guerras religiosas. Tampoco se entendió a nivel ciudadano el lío montado con los concesionarios de Las Teresitas. En tiempos de perturbación, no hagas mudanza, como se aconseja. El conflicto del mamotreto es la consecuencia del desajuste con que han operado en el tiempo los tres niveles de intervención. Esto es, el institucional, el municipal y el técnico. Ya desde el inicio, Ayuntamiento, autonomía y Costas, estaban comprometidos en resolver el deslinde de Costas por “convenio”, que estaba acordado y nunca hicieron y con cuya firma hoy no habría caso. Luego del compromiso resultante del Concurso Internacional de la Playa de Las Teresitas, que adjudicó el mismo a Dominique Perrault, arquitecto del mamotreto. En el segundo nivel municipal, han actuado todos contra todos y ninguno a favor del ciudadano. El pleito se perdió cuando el propio Ayuntamiento informó en el mandato pasado a favor de la demolición total, en cuya opinión se apoyó la poco reflexiva sentencia, para, en 113 páginas plagadas de “presunciones de culpabilidad”, sentenciar. Revertir luego el proceso exigía un nuevo Plan Especial, que no ha formado parte de las prioridades de la nueva Corporación. Hubiera precisado una renovada gestión política transversal, que aportara soluciones, como la de la Biblioteca de Las Palmas en zona verde, mucho peor que el caso Mamotreto. Y en el nivel técnico, se descargan nuevamente los desajustes responsables anteriores. La solución ha sido matar al mensajero y, de paso, la conciencia ciudadana, que debe tragarse el sapo de tanta incompetencia. El concejal dimitido debe pensar su dimisión, si atendiera al compromiso que se ha exigido a sí mismo. La justicia justiciera y el resultado mamotrético. Sin duda continuará.

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