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2.000 kilómetros hasta el paraíso: desde Bamako a Valverde

El maliense Selen Agoudi llegó hace 12 años a Canarias en patera; hoy trabaja en una ferretería en Los Cristianos. Su gran pasión es el boxeo
SELEN AGOUDI
SELEN AGOUDI
FOTO: CARLOS GONZÁLEZ

Por Javier Cabrera

Selen Agoudi llegó hace 12 años a Canarias. Lo hizo a bordo de una patera arribando cerca de las costas de Tamaduste (Valverde, en El Hierro). Era el único menor de una embarcación integrada por un total de 45 personas, todos varones. Tras una agónica travesía de cuatro días y habiendo salido días antes de Bamako, la capital de Mali, su país de origen, Selen era consciente de que iniciaba una aventura en busca de una vida mejor. Trabaja actualmente en la Ferretería Cris Abora, en Los Cristianos (Arona). Tiene dos hermanas y tres hermanos. Su pasión por el boxeo le ha llevado a tener como entrenador a Manuel Povedano, a quien considera como su padre. Llegó a Canarias en unas condiciones muy difíciles. Cuando estaba en su país, su padre no le dio más alternativas que casarse o salir de África en busca de trabajo y de una vida mejor. Sabía del riesgo que corría y fue consciente al despedirse de que no regresaría a su casa. Incluso, el día anterior a la partida de Selen, su madre se fue a dormir porque sabía que no iba a volver a ver a su hijo y no pretendía despedirse llorando amargamente delante de un niño. Era el componente más pequeño de una patera integrada por 45 personas. Tras cuatro días de una agónica y penosa travesía, Selen alcanzó la costa de El Hierro. Después de una semana en la isla herreña volvieron a embarcar, pese a la negativa constante y temerosa de este joven maliense. Esta vez con destino a Tenerife. El boxeo fue su medicina salvadora ante tanta penuria. Considera “maravillosa” a la gente de Arona. Selen es de los que prefiere ver siempre el lado bueno de las cosas, porque “siempre es más lo bueno, que lo malo”. Cuando representó a Canarias ante Euskadi, aquello fue un sueño para él. Afirma que valió la pena todo el esfuerzo realizado en su momento. Y es que Selen Agoudi reconoce que “las adversidades deben superarse siempre con una sonrisa”.

-¿Cómo fue tomar una decisión tan dura y siendo tan joven?

“Recuerdo que fue desayunando en mi casa con uno de mis hermanos y con mi padre. La situación era muy difícil en mi país y ese hermano le comía el coco a mi padre con que tenía que irme a España a trabajar, porque allí se daban unas mejores condiciones para vivir y con un futuro prometedor. Si me negaba, me decía que tenía que casarme, algo que tenía que ver con el miedo que tenían en mi familia a los continuos hundimientos de pateras que se producían cada semana. No quería irme de mi casa, ni de mi país, pero… ¿casarme con una mujer con tan solo 12 años? Tuve claro que no lo iba a hacer y decidí lanzarme a la aventura”.

-¿Qué recuerda del proceso de papeleo?

“Todo fue sobre la marcha. En muy poco tiempo me hice las fotos y los trámites de mis huellas dactilares. Fui a Mauritania. Allí estuve dos días. De inmediato, me hablaron de que en cuestión de muy pocas horas saldría una patera con 44 personas a bordo. Faltaba una para completarla y me dijeron que si estaba dispuesto a afrontar una larga y durísima travesía. Les dije que sí, sin dudar ni un solo instante. Como verás, en una semana se decidió todo. De estar sentado en una mesa desayunando con mi padre y uno de mis hermanos pasé a emprender un viaje con un destino imprevisible”.

-¿Cómo se lo tomó su familia? ¿Pudo despedirse de ellos?

“Como suele suceder en estos casos, mi padre era el que me había planteado la necesidad de viajar a España, fuera como fuera. En el caso de mi madre, tuvo que aceptarlo porque era una decisión que había adoptado mi padre. Eso sí, como cualquier madre, siempre preocupada por el futuro de sus hijos. En este caso, por un niño que salía de su casa con tan solo 12 años. Esa noche, mi madre se fue a dormir y no quiso despedirse de mí, ya que no quería que la viese llorar. Ella pensaba que lo hacía por mi bien y con el pensamiento puesto en que no me volvería a ver nunca más”.

-¿Qué recuerdos tiene de la noche de la partida en patera?

“Fue sobre la una de la mañana en la costa de Mauritania. Era la noche elegida. El mar estaba en calma y entramos en el agua descalzos. La subida a la patera fue un verdadero caos. El capitán de la embarcación decía que había que darse prisa. Todo fue muy rápido. Iba prácticamente con lo puesto. Ropa y unos tenis. Bueno, dos pantalones, dos camisas y un chubasquero. ¿Papeles? Qué va. Los que obtuve tras salir de mi casa solo los utilicé para ir de Mali a Mauritania. Si me ven con esos papeles, me hubieran devuelto a mi país”.

-¿Cómo fue aquella travesía?

“Fue mala. Para qué engañarte. Encima, al ser el único menor que iba en la embarcación, tuve la mala suerte de tropezarme con un señor, que no hacía sino molestarme. En varias ocasiones, la patera estuvo a punto de volcar y hundirse. Debido al estado de la mar y al mal tiempo, a este señor no se le ocurrió otra cosa que decirme: “Niño, ponte a hacer algo para que esto mejore. Reza algo del Corán”. Yo estaba asustado e intentaba hacerme el loco durmiendo o haciéndome el dormido. Esta escena se repitió en varias ocasiones. Incluso, este señor amenazó con tirarme al mar si no rezaba y me encontraba durmiendo. Menos mal que el capitán de la patera puso orden y le dijo que me dejara en paz”.

-¿En qué condiciones estaba la embarcación?

“Tenía un solo motor, algo inhabitual en este tipo de viajes rumbo a lo desconocido. Normalmente, por no decir siempre, se utilizan dos motores, pero se dio la circunstancia de que se perdió la tapa de uno de los depósitos donde iba el combustible y hubo que partir con uno solo. Cuando llevábamos dos días de navegación se rompió el único motor que tenía la patera. Afortunadamente, el capitán pudo solventar la avería y pudimos seguir adelante”.

-¿Por qué arribaron a El Hierro y no a Tenerife?

“Me hubiera gustado haber llegado a Tenerife, isla a la que nosotros llamábamos Cruz Roja. Le pusimos ese nombre porque habíamos visto en televisión y en los periódicos que allí, cuando arribaban las pateras, les atendían mucho personal de Cruz Roja. Les daban mantas, bocadillos, agua, galletas y les ofrecían los primeros auxilios. Solo nos quedaban unos 60 kilómetros para llegar, pero la avería del motor y las fuertes corrientes nos cambiaron el rumbo. Estas circunstancias adversas nos arrastraron hacia la isla de El Hierro. Estábamos hambrientos y con mucha sed. Un día y medio sin comida, además de más de 24 horas sin beber. Hubo quien se atrevió a beber agua salada”.

-¿Guarda en la memoria el instante de su llegada a tierra?

“Sí, claro. Era una pequeña playa, que tenía una larga escalera desde lo alto y hasta el mar (Selen se estaba refiriendo a Tamaduste, un pequeño pueblo de pescadores perteneciente al municipio de Valverde). Nos trajeron comida, ropa, zumos. Recuerdo que estaba tieso y apenas podía moverme. Habían sido cuatro días en un pequeño espacio compartido con otras 44 personas y en medio del inmenso océano. Quise seguir en el suelo”.

-¿Cuánto tiempo permaneció en El Hierro?

“Estuvimos una semana en el Centro Cultural Asabanos, un antiguo alojamiento y acuartelamiento militar. Todo fue muy tranquilo, estuve recuperándome de la fatiga acumulada durante la interminable travesía. Un momento crítico fue cuando me comunicaron que debíamos embarcar de nuevo para viajar hasta Tenerife. Me puse muy nervioso. No quería volver a vivir otra pesadilla. Me negué en rotundo, pero al final me convencieron. Era un barco de Armas y la verdad es que ni me enteré de nada durante la travesía hasta Tenerife”.

-¿Cómo fueron sus primeros meses en Tenerife?

“Llegué al puerto de Santa Cruz. Recuerdo que no pasé el control al ser menor, lo que me facilitó las cosas. Estuve en La Cuesta; tres meses y medio en La Esperanza; cuatro años en el Centro de Menores de La Caleta (Güímar); siete meses en el Centro de Mayores de La Gallega. Llegué, incluso, a trabajar unos meses en Cáritas cobrando unos 450 euros”.

“MI AGRADECIMIENTO A MANUEL Y YARI”

El boxeo es otra de las grandes pasiones en la vida del maliense Selen Agoudi. Tras una niñez pasando penurias a nivel familiar y después del consabido viaje en patera hasta Canarias, este joven africano de 24 años ha logrado una enorme felicidad en Arona (Tenerife). Trabaja un buen número de horas en la Ferretería Cris Abora, donde “hago de todo”, ya sea en labores de almacén o de repartidor, siempre bajo la atenta mirada de su veterano jefe. Sin embargo, y casi por casualidad, el deporte de las doce cuerdas se cruzó en la vida de Selen Agoudi. “Me lo inculcó un amigo peruano. Al principio no me llamó la atención y me gustaba más el kárate por tradición paterna. Luego, sí. Aprendí mucho. Comba, correr, flexiones, abdominales…”. En 2012, Manuel Povedano se cruzó en el camino de Selen y hasta el día de hoy. Povedano no es amigo de focos, ni de grandes titulares, pero se los ha ganado a pulso día a día. Su trabajo, duro y serio le ha consolidado como el entrenador más laureado de la Isla en los últimos tiempos.

Agoudi se emociona hablando de Manuel: “Sinceramente, Povedano y su mujer Yari son como unos padres para mí. Muy buenas personas. Manuel comprende y entiende a todo el mundo. Te inspira y hace que tú te superes a ti mismo. Es un gran motivador. Su lema es trabajar para ser el mejor y dice que la energía positiva te hará ser mejor. La energía negativa te perjudica”, agregó. Este boxeador maliense es peso ligero (60-61 kilos) y tiene una trayectoria de 19 victorias y solo cinco derrotas. Su debut profesional fue el 16 de julio de 2016. Venció por K.O. en el primer asalto, en Los Cristianos, al uruguayo Marco Caballero n

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