tribuna

El Teide, Patrimonio de la Humanidad

Artículo publicado en DIARIO DE AVISOS el 1 de julio de 2007, con motivo de la Declaración del Teide como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
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El galardón que le acaba de otorgar la Unesco al Parque Nacional del Teide es la confirmación de algo que este espacio singular de la alta cumbre tinerfeña ya había conseguido desde hace mucho tiempo: ser por méritos propios Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, le hacía falta el documento burocrático acreditativo que rubricara esta realidad. Por ello, en una sociedad como la nuestra, donde la burocracia nos atosiga y nos atormenta continuamente, parecía necesario hacer un esfuerzo gigantesco para llegar a alcanzar este preciado nombramiento. Miles de personas han apoyado esta iniciativa desde distintas perspectivas. Ha sido necesario hacerles llegar a numerosas personalidades, científicas, políticas, etc. vinculadas a distintos organismos nacionales e internacionales la realidad teideana. Este esfuerzo se ha materializado a través de la realización de todo tipo de actividades, paseos por Las Cañadas, invitaciones de todo tipo, informes técnicos y científicos avalando la realidad y la diversidad de sus paisajes, de la gea y de la biota del Parque, que se han hecho expresión en un inmenso dossier sobre los distintos aspectos que caracterizan a los ambientes del Parque Nacional. El apoyo incondicional de la mayoría de los ayuntamientos del archipiélago, así como cabildos, Gobiemo autónomo, Ministerio de Medio Ambiente y la unanimidad del Parlamento del Estado han contribuido a potenciar la propuesta oficial. Pienso que además merece destacarse el apoyo recibido por numerosas personas directamente relacionadas con el Parque, miembros de los distintos patronatos, así como el esfuerzo y la dedicación de todo el personal de la oficina de gestión del Parque, que han echado el resto, sin reparar en horas extraordinarias, muchas de ellas quemadas en jornadas festivas cuando lo exigían circunstancias especiales.

El otorgamiento de esta alta distinción obliga a redoblar esfuerzos para mejorar su gestión y conservación. Queda aún mucho por hacer: pensemos en la necesidad de regular el cada vez más intenso tráfico rodado que circula por una carretera que no reúne todas las condiciones de seguridad vial. La imperiosa necesidad de implementar medidas para controlar, y si es posible evitar, el salvajismo que se produce cuando llegan las nevadas donde la masa de ciudadanos que acuden a disfrutar del espectáculo meteorológico maltratan al espacio y lo degradan de manera brutal. El mayor control y vigilancia en la circulación por los senderos, pistas y carreteras, principalmente en los horarios vespertinos. La definitiva erradicación de muflones y el control de especies invasoras tan extendidas por el territorio. Sólo son una pocas sugerencias que no me cabe duda están en la mente de las personas responsables de la gestión del Parque. El Parque Nacional del Teide, conocido por Las Cañadas del Teide desde hace siglos, ha merecido la atención del mundo científico, de montañeros y de numerosos amantes de la Naturaleza, que han buscado en estos ambientes únicos no solo objetivos de sus investigaciones, sino que han encontrado en sus soledades y noches estrelladas sensaciones de inmenso sosiego y placer ante la majestuosidad de estos paisajes dramáticamente formados por las indomables tuerzas de los cataclismos telúricos. La erosión climática y los fenómenos biológicos de poblamiento y destrucción, así como la incesante actividad evolutiva han sido los factores decisivos responsables de manera activa de la creación de las formas de vida endémica que pueblan los suelos y las rocas del gran ecosistema teideano.
El Parque, además, ha albergado una riqueza arqueológica que ha servido para conocer mejor el uso y comportamiento de nuestros antepasados y de su actividad pastoril.

Es interesante comprobar al repasar la inmensa cantidad de escritos que nos han legado los innumerables viajeros que alcanzaron o al menos intentaron alcanzar la cumbre del estrato-volcán la documentación histórica recogida en esos relatos. Desde la intensa actividad pastoril, pasando por el descuaje de las retamas como recurso básico para la combustión y cama de ganado hasta la mención dedicada a los colmeneros y a la apicultura rudimentaria que aún hoy, con tecnología actualizada, sigue produciendo una de las mieles más exquisitas y menos contaminadas del planeta. Las Cañadas han pasado por numerosas etapas de crisis y de excesiva explotación que estuvieron a punto de poner en peligro de extinción a numerosos endemismos que en la actualidad florecen de forma espléndida. Por sólo poner un caso me referiré a los escasos ejemplares de cedros canarios que habitaban en rocas inaccesibles citados por Sventenius en 1944. A inventario de hoy la cifra rebasa ampliamente el millar de ejemplares dispersos por todo el espacio del Parque. He afirmado en muchas ocasiones y lo reitero en este escrito que la dinámica de la vegetación de Las Cañadas es impresionante. Ante nuestra vista se extiende un paisaje vegetal de incomparable mejor calidad que la que disfrutaron los guanches cuando necesitaban llevar a las alturas a las miles de cabezas de sus ganados depredadores para lograr la subsistencia de los mismos desde la primavera hasta el otoño.

Para finalizar, debo citar la enorme cantidad de literatura científica que se ha producido a todos los niveles y en diversos ámbitos tanto locales, como nacionales e internacionales sobre este territorio. El Parque sigue siendo un laboratorio científico que contiene una inagotable fuente de información.

Esta distinción debería ser un acicate para continuar subvencionando todo tipo de proyectos.

En noviembre de 1867 Emstt Haeckel (1834-1919) catedrático de Zoología de la Universidad de Jena (Alemania), creador de la palabra “ecología”, subió a la cima nevada del Pico de Teide en compañía de mi bisabuelo Hermann Wildpret. Al llegar, exhaustos, al punto culminante, disfrutaron de una hora de contemplación cuya impresión escribiría años mas tarde en su libro titulado Una ascensión al Pico dé Tenerife. No me resisto a copiar el mencionado texto como colofón y homenaje a mis maestros Telesforo Bravo y Eric Sventenius, que desde mi temprana edad me inculcaron el amor y respeto por este territorio nuestro tan merecidamente galardonado: “Aquella hora que pasé en el borde del cráter, y que allí me pareció un minuto, pertenece a las impresiones más inolvidables de mi vida. Tal majestuosidad, tal singularidad y tal profundidad no podrán borrarse jamás de mi mente. Que desdeñoso y miserable le parece a uno el juego despreciable de los impulsos humanos, que evolucionan constantemente en los lugares de la llamada civilización ¡Qué grande y sublime es la Naturaleza que nos ofrece aquí, en un solo cuadro, toda majestuosidad y magnificencia de su poderío creativo!”.

*PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

(Artículo publicado en DIARIO DE AVISOS el 1 de julio de 2007, con motivo de la Declaración del Teide como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco)

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