opinión

Una de esas personas buenas

A veces la vida te brinda la oportunidad de cruzarte con gente buena, con personas cuya bondad desplaza e incluso eclipsa otras cualidades o virtudes.

A veces la vida te brinda la oportunidad de cruzarte con gente buena, con personas cuya bondad desplaza e incluso eclipsa otras cualidades o virtudes. A veces, menos de lo que quisiéramos, sí, pero más de lo que creemos, padres, hermanos, parejas o amigos nos regalan la suerte de compartir a terceros que dejan de serlo cuando se cuelan felizmente en tus días, personas que mejoran el libro de tu vida. Así fue con Carlos González Segura, al que en casa siempre aludimos como Carlitos, Carlitos Segura, Carlitos el de los Segura, los Segura, de siempre una de esas familias que son la tuya sin serlo, los Segura, parte de nuestra pequeña historia familiar, gente buena, buenas personas que estaban ahí cuando abrí los ojos, cuando mi memoria echo a andar, los Segura, Carlitos entre ellos, desde siempre porque no recuerdo lo que hubo antes, siempre los veranos, siempre los inviernos, siempre Bajamar, siempre Las Américas, siempre La Laguna, siempre en algún momento, en alguna romería, conversación, puesta de sol, sobremesa o en algún adiós cuando los mayores de mi infancia, esos que llenaron los años de mis padres, empezaron a irse. Ayer, al enterarnos de la muerte de Carlos, de Carlitos Segura, padres y hermanos escribimos en una milésima de segundo que Carlitos fue-es-será de esas personas buenas que han pasado por nuestras vidas. Su trayectoria profesional y pública (política) merece ser leída con justicia por aquellos que la convivieron de cerca. Estas líneas hablan de Carlitos Segura, y algo menos de Carlos González Segura. Escribo, y al hacerlo lo hacen mis padres y hermanos, de algunas personas buenas con las que hemos entrado y salido tantas veces del charco hondo de nuestras vidas.

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