el charco hondo

Elogio de la cama sin hacer

Fueron muchos años intentando explicar (sin éxito alguno) que hacer la cama inmediatamente después de levantarse crea un ambiente que los ácaros agradecen, aplauden. Antes, durante e incluso después de la adolescencia procurando hacer pedagogía, esforzándome en la construcción de teorías que fundamentaran la oportunidad de dejar la cama sin hacer. De poco sirvió pasarse aquellas décadas apelando a un buen puñado de informes, tesis o estudios -uno de la Universidad de Kingston, por ejemplo- en los que se argumentaba que hacer la cama es un mal hábito, poco higiénico, contraproducente. Energías despilfarradas en el imprescindible pero fracasado objetivo de demostrar que al dejar la cama sin hacer se elimina la humedad, condenando a la deshidratación al microcosmos bacteriológico que merodea las sabanas, poniéndoselo difícil al ejército de invisibles que nos amenaza con alergias, asma o insomnio. Nada. No hubo forma. Dejar la cama sin hacer siempre tuvo muy mala prensa. Defender que había que dejarla en el más absoluto de los desórdenes se desautorizaba con un amplio catálogo de cariñosas descalificaciones (o, cuando el debate iba a más, sentenciando que hacerse adulto conllevaba obligaciones y crecer en la idea del orden establecido). Y tampoco. El orden como unidad de medida tampoco era tal. Años después, con la adolescencia cada vez más lejos, estas semanas un grupo de psicólogos de la Universidad de Minnesota ha concluido que el desorden favorece la creatividad y que, siendo así, los desordenados dan más fácilmente con soluciones y respuestas más originales a los problemas que afrontan. El desorden implica una libertad respecto a un patrón establecido y esto va de la mano de la creatividad -sentencian, cargados de razones-. Ya ves, mamá; no es que me diera pereza hacer la cama, mi actitud tenía un respaldo científico. No improvisaba, qué va. Dejar la cama sin hacer fue una decisión madurada, una posición bien meditada, fundamentada, una apuesta firme por la creatividad que el desorden alimenta.

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