terror en cataluña

“Estuvimos 4 horas encerrados; pasamos miedo”, relata un canario que vivió el ataque

Andrés Medina estaba en un restaurante a solo 100 metros del lugar del atropello, con su familia; salió a comprar y se encontró con la masacre
Andrés Medina, un grancanario que presenció la masacre. DA
Andrés Medina, un grancanario que presenció la masacre. DA

“No queremos que los terroristas nos creen terror a una ciudad que amamos tanto; no queremos rendirnos; aunque estuvimos cuatro horas encerrados en un restaurante, y pasamos miedo”. Así se sentía ayer Andrés Medina, periodista canario que relató a DIARIO DE AVISOS el atentado que había vivido 24 horas antes en Barcelona, donde se encontraba con su mujer y su hijo de corta edad.

El niño, de tres años, no sabe realmente lo que ocurrió. Como en la película La vida es bella, creyó que todo había sido un juego: “Le dije que la gente corría porque había fiesta”, cuenta su padre, un licenciado en Periodismo, Humanidades y Relaciones Públicas natural de Gran Canaria, que ha residido seis años en Barcelona, y que pasa unos días en Cataluña.

A medio camino entre la crónica de un periodista que lo vivió en primera persona, y la contenida emoción de haber presenciado el horror, Medina relata que había terminado de almorzar con su familia en un restaurante situado a apenas 100 metros del lugar de la masacre y, en lo que su mujer pagaba la cuenta, salió a la calle a comprar una botella de agua.

“Empecé a oír sirenas, y cuando iba a cruzar hacia Las Ramblas me paró la Policía; vi algunas personas tumbadas, pero aún a 20 metros había gente en las cafeterías que no se había percatado de lo que pasaba”, afirma Medina, quien en un primer momento pensó que había sido un accidente, o un atraco, pero al ver a un policía que sacó un chaleco antibalas y oír el comentario de que se habían producido atropellos, supo que había sido un acto terrorista. Confiesa que entonces se le agolparon muchas sensaciones en la cabeza: el querer ayudar a las víctimas, el deseo de volver con su familia para asegurarse de que estaban a salvo y la vocación de periodista que le impulsaba a conocer los hechos, incluso a registrarlos.

“No me había llevado el teléfono móvil, y por un momento lo lamenté, porque llevo dentro esta profesión, pero sé que me hubiera arrepentido mucho de haber grabado imágenes, y no las hubiera difundido, por respeto a las víctimas”, razona este periodista a quien este atentado le ha ayudado a calibrar la importancia de la ética en la comunicación ante este tipo de tragedias humanas. Ya de regreso en el restaurante, se quedaron allí, por seguridad, pues cerca había un control de policía. “Allí pasamos cuatro horas”, evoca, “y vinieron por la calle dos avalanchas de gente, de cientos de personas cada una, y algunas decenas lograron entrar en el restaurante; pero pasamos miedo y nos fuimos a la cocina del local”.

Como se aloja en Badalona, él y su esposa pensaron en no volver estos días a pasear por Barcelona, incluso en regresar a Canarias: “Pero hemos preferido continuar aquí y no dejarnos vencer por el terror”. Medina refiere las cosas como si fuera un reportero, pero sabe que ese papel es “un refugio” y que se vendrá abajo cuando empiece a darse cuenta de su atroz vivencia. Estuvo próximo a la muerte, pero “otros estuvieron más cerca”, pues una amiga “esquivó la furgoneta de los terroristas”.

Para su hijo de tres años, todo habrá sido una fiesta. Un día, cuando crezca, su padre tal vez le contará la terrible verdad.

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