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Informática de destrucción masiva

Los peligros denunciados por el politólogo francés se han multiplicado de una forma insospechada en su época

Ya en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, el destacado politólogo francés Maurice Duverger nos advertía de los peligros para la democracia del desarrollo tecnológico, un desarrollo que era importante en su época, aunque entonces ni se vislumbraba el brutal salto cualitativo que ha significado en nuestros días la revolución informática y todos sus derivados: un salto cualitativo que, además, se incrementa constantemente. Argumentaba Duverger que la creciente tecnología implicaba la dependencia del poder político de unos recursos tecnológicos cada vez más concentrados y vulnerables a su apropiación por unos grupos golpistas minoritarios, pero con un alto grado de organización y capacidad de manejo de esos recursos. La técnica del golpe de Estado, escribía, quedaba alterada substancialmente, en la medida en que la rápida conquista de unos determinados centros de comunicaciones y de transportes nacionales, radios, televisiones, puertos, aeropuertos y estaciones, entre otros, podía dejar a un Gobierno sin capacidad de respuesta militar y policial, y a merced de sus atacantes.

Los peligros denunciados por el politólogo francés se han multiplicado de una forma insospechada en su época. En primer lugar, la tecnología creciente ha hecho posible el terrorismo asesino indiscriminado en comunicaciones y transportes, que sufrimos actualmente y que él no llegó a prever. Pero, al mismo tiempo, la tecnología creciente ha convertido en dependientes de redes informáticas cada vez más interconectadas a los Gobiernos, la corporaciones y las empresas privadas, y también a los particulares. Dependencia que ha propiciado un terrorismo cibernético basado en los llamados virus, y que no busca el poder, sino el dinero rápido; aunque, de hecho, ese dinero lo obtiene porque tiene poder. Por citar a un autor relevante, Carlos Marx, por ejemplo, tendría que reconocer que el poder en cada formación social y en cada modo de producción no deriva de las relaciones sociales de producción, en suma de la economía, sino que se fundamenta en el control de la tecnología informática. Un escenario mucho más preocupante y desolador que el imaginado por el pensador alemán.

Los dos ataques globales que hemos sufrido recientemente nos alertan sobre la vulnerabilidad de nuestros recursos informáticos, unos recursos en los que cada vez más se cimenta y depende toda nuestra vida pública y privada. Estamos a merced de unos piratas informáticos, unos denominados hackers, que pueden llegar a controlar esa vida y que, en algunos casos, pueden llegar a no ser particulares, sino Gobiernos que caigan en la tentación de sustituir las armas nucleares por las armas informáticas. Y si al peligro nuclear se une el peligro informático, el futuro imaginado por Maurice Duverger es halagüeño comparado con el que de verdad nos espera.

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