arte

La deuda de La Palma con César Manrique

El artista falleció cuando iba a recibir el encargo de un mirador para La Palma; con su muerte, el Cabildo acordó dedicarle una atalaya, pero no lo ha cumplido
CÉSAR MANRIQUE PORTADA
CÉSAR MANRIQUE
Además de artista fue un líder en la defensa del medio ambiente. DA

Pronto, el 25 de septiembre, se cumplirá un cuarto de siglo del fallecimiento de uno de los grandes artistas de la historia de Canarias, César Manrique. El genio que “reinventó Lanzarote”, dejó huella en todas las islas. En La Palma es pequeña, la escultura del Monumento al infinito, realizada con motivo de la inauguración del Observatorio del Roque de Los Muchachos, en 1985, acontecimiento para el que también diseñó las banderas, cuyos bocetos decoran hoy distintas estancias del Cabildo.

Pero su presencia en la Isla Bonita pudo haber sido mayor si aquel fatídico accidente no hubiera acabado con la vida del artista total que fue Manrique, pionero en articular el arte con la naturaleza, el paisaje y el territorio. Dos meses antes de su muerte, en julio de 1992, el Cabildo de La Palma había aprobado solicitar al Gobierno de Canarias que financiara la construcción de un mirador emblemático en la Isla, donde el artista eligiera, aunque apostaban por la atalaya de El Time, en Tijarafe, desde la que se contempla la totalidad del Valle de Aridane, como el lugar adecuado.

La propuesta de El Time para la creación de este mirador por César Manrique fue bien acogida por la patronal turística palmera, representada por el CIT, al igual que la construcción de un restaurante escuela en el mirador del Risco de La Concepción, en Breña Alta, cuya realización también fue acordada por el Cabildo. Una iniciativa que tampoco se llegó a ejecutar.

Un mirador, con su firma, era un éxito asegurado por el prestigio internacional del artista y pronto le salieron más novias para acoger el proyecto manriqueño. El Ayuntamiento de El Paso fue uno de los que llevó a pleno esta aspiración y acordó proponer el Roque Bejenado para su ubicación; Garafía hizo otro tanto y ofreció el Roque de Los Muchachos. Ambos argumentaban que desde estos lugares se podía contemplar la Caldera de Taburiente. También Breña Baja, aunque no fuera un balcón al Parque Nacional, se postuló como candidato.

En fin, que César Manrique, tendría al menos cuatro alternativas sobre la mesa para elegir dónde hacer su gran proyecto en La Palma, como otros miradores tan singulares diseñados por el artista lanzaroteño que trufan la geografía canaria, como el del Palmarejo, en Valle Gran Rey, o el de La Peña, en El Hierro, por citar algunos ejemplos.

Pero el accidente mortal de tráfico truncó este encargo que estaba apunto de hacerle La Palma, cuyo Cabildo, tras mostrar sus condolencias en pleno, acordó, a propuesta del entonces portavoz del PP, Juan de La Barreda, que el mirador emblemático que se hiciera en La Palma recibiría el nombre de César Manrique en su memoria. Un acuerdo que fue respaldado unánimemente por la Corporación, que en 1992 presidía Gregorio Guadalupe (AIC), en pacto con el PSOE.

Pero como ocurre con tantos acuerdos que se adoptan en las instituciones públicas, aquel homenaje al artista quedó en el olvido. No solo el homenaje, sino también la construcción del mirador, al igual que el restaurante escuela previsto en el Risco de La Concepción, para el que Luis Morera, artista al que se le ha apodado en más de una ocasión como el “César Manrique de La Palma”, dispone de un diseño.

César Manrique no dejó “ni un boceto” en el que poder inspirarse para su ejecución, como reconoció el entonces consejero de Turismo y Transporte del Gobierno de Canarias, Miguel Zerolo, en declaraciones a la prensa local poco después del fallecimiento de Manrique.

En esas declaraciones, Zerolo reveló que el lugar donde quería realizar César Manrique el mirador era la Caldera de Taburiente. Una estructura hecha fundamentalmente en madera que, como reconocía el entonces responsable de Turismo, podría tener dificultades para su ejecución debido a la protección que tiene el Parque Nacional.

¿Pero Zerolo se refería al nuevo proyecto o a otra iniciativa que había planteado el artista al Cabildo en la década anterior para hacer un mirador en La Cumbrecita, en La Caldera de Taburiente? ¿César Manrique se había definido ya por esta ubicación o todavía no había decidido cuál sería? Lamentablemente para esta segunda pregunta no hay respuesta, pero sobre la primera sí se puede intuir que el consejero se estaba refiriendo al proyecto inicial que tenía concebido el artista, pero con una salvedad: sí había un boceto.

La Caldera de Taburiente, desde La Cumbrecita. | SAÚL SANTOS

CUMBRECITA

“Una mañana vinieron a verme, debía ser en 1982, César Manrique y el ingeniero Alfredo Amigó, que por entonces trabajaba con él. César traía lo que era un boceto para un mirador en La Cumbrecita, dibujado en un doble folio. Era una estructura hecha de madera”, recuerda Gregorio Guadalupe, que también presidió el Cabildo en la primera legislatura de la democracia.

Pero el Cabildo manejaba un presupuesto en aquel entonces muy escaso para afrontar una obra que “para nuestras posibilidades era faraónica”, recuerda Guadalupe en declaraciones a DIARIO DE AVISOS . “En aquel tiempo, donde debíamos tener un presupuesto de unos 800 millones de pesetas, tenía que viajar todos los meses a Madrid para solicitar dinero al Estado para poder hacer cualquier actuación y aquello parecía imposible”, subraya.

El actual jefe de servicio de Infraestructuras y uno de los más veteranos funcionarios del Cabildo, Gonzalo Castro, recuerda también el boceto y señala que ante la falta de concreción en el presupuesto para su ejecución, los políticos “le cogieron miedo porque podía dispararse”. La cronista de Los Llanos de Aridane, María Victoria Hernández, también recuerda el boceto de Manrique para La Palma, en cuya estructura predominaba la madera. Lamentablemente, pese a tocar numerosas puertas, no hemos podido encontrar aún aquel diseño, aunque sí está más que contrastada su existencia.

Aquel año de 1982, La Palma vivía el florecimiento de la conciencia ecologista con el nacimiento del movimiento La Quinta Verde, creado para salvar este espacio de Santa Cruz de La Palma, amenazado por la vía de cornisa. César Manrique estuvo presente en uno de los grandes actos que realizó este colectivo, que apostaba por crear un gran parque en la Quinta Verde.

Durante su estancia en La Palma aquel año, César Manrique participó en un acto cultural en San Andrés y Sauces, en el que intervinieron escritores como Manuel Plata Bejeque o Anelio Rodríguez, y realizó una visita a Los Llanos de Aridane, invitado por el Ayuntamiento, donde ensalzó el Llano de Argual y criticó el “desastre” urbanístico de Puerto Naos.

Así era el genio, una voz profética en defensa de aquello que inspiró su arte, el paisaje y la naturaleza de las Islas. A las puertas del 25 aniversario del fallecimiento de César Manrique, quizá sea el momento de que el Cabildo desempolve de su archivo este homenaje que comprometió a la memoria de esta personalidad decisiva en la Canarias del siglo XX.

TE PUEDE INTERESAR