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Perdonar con dolor y rabia

¿Tengo que olvidar cuando perdono? ¿Si no puedo olvidar el daño que me han hecho, entonces es que no he perdonado? ¿Cómo perdonar de verdad?

¿Tengo que olvidar cuando perdono? ¿Si no puedo olvidar el daño que me han hecho, entonces es que no he perdonado? ¿Cómo perdonar de verdad?

Estas y otras preguntas similares se nos hacen a los sacerdotes detrás de la puerta de una consulta de conciencia. Perdonar es un don y una tarea. Una tarea dura y exigente. Más dura cuanto más gordo es el daño recibido. Una cosa es perdonas y otra es olvidar. El perdón hace referencia a nuestro co-razón; el olvido a nuestra memoria. Recordar es inevitable. Recordar heridos y con deseo de venga-za es lo que hay que sanar con la pomada del perdón. Sanar heridas, domesticar el corazón, amar a la persona herrada, aunque rechacemos del todo el mal y la injusticia cometida. Perdonar es sanar el corazón.

Cuando se contempla la bestialidad inhumana y la sinrazón fanática subida a una furgoneta lleván-dose por delante vidas inocentes de quienes pasean, en nombre de dios, de un dios achicado en su grandeza por el fanatismo, un dios al que le hacemos decir y querer lo que no ha dicho ni quiere, la rabia y el dolor brotan espontáneamente a nuestro ser.

Hemos de promover la justicia, hemos de defender a los inocentes, hemos de corregir al que hierra, hemos de condenar el delito y perseguirlo… Pero no hemos de enfermar el corazón con la venganza. Por eso, con rabia y con dolor, hemos de perdonar. No disculpar, no justificar, no endulzar la mala acción, pero hemos de sanar el corazón. A pesar de la rabia y el dolor, perdonemos.

“Hermano: no has leído bien tu Corán. Has dejado que te lo manipulen con ideológicos comentarios que ensucian el nombre de Alá. El autor de la vida no puede estar a gusto viéndote arrancarlas de cuerpos inocentes a los que Él ama. Siento mucho que consideres que la solución a los problemas internacionales sea arrancar de su mano una muñeca a unos niños que paseaban con sus padres por las Ramblas de Barcelona. La barbarie no es solución. No es la solución. Abre los ojos, por favor. Coviérte tu corazón a la bondad del Misericordiosísimo. Al Paraíso no se entra con las manos manchadas de sangre, aunque te lo diga quien sea. No se dejará abrazar por tí si llegas oliendo a venganza, a muerte de inocentes, a rabia y a dolor insanos.”

Ofrezcamos el perdón. Tiene rabia y dolor en su entraña. Pero quiere ser la expresión de un corazón sano.

@juanpedrorivero

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