reflexión

Una sociedad con corazón

La Sociedad del Cansancio es el título que Byung-Chul Han, una de las voces filosóficas más innovadoras recientemente en Alemania, ha puesto al best seller que describe la sociedad occidental como una sociedad que está sufriendo un silencioso cambio de paradigma: el exceso de positividad está conduciendo a una sociedad del cansancio. Pero, ¿cansada de qué? ¿Dónde ha estado el esfuerzo que casa a la sociedad? ¿Y en qué se manifiesta el cansancio? Cuando uno está cansado se queda en casa, descansando, sobre el sofá leyendo un buen libro o viendo una buena serie de televisión. La voluntad no se mueve ágilmente cuando sentimos los síntomas del cansancio.  Con el libro entre las manos recordaba unas palabras de D. Damián, este centenario obispo emérito de Tenerife que nos decía que el cansancio de la voluntad es consecuencia, ordinariamente, de un escepticismo en la inteligencia. Sin ideas claras la voluntad no se mueve.

Se necesita, pues, una sociedad con corazón, con voluntad, con capacidad de crear condiciones de posibilidad nuevas y distintas. Hace falta generar entusiasmo en la voluntad de la comunidad ciudadana. Hace falta transformar el cansancio en deseo. Debemos introducir el virus de la esperanza entre nosotros. Porque siempre vale la pena ponerle zapatillas a nuestra voluntad para que abandone el sofá y tome la decisión de salir del atolondramiento estéril de no tener un lugar al que acudir ni una ilusión que nos mueva.

Nos recuerda el libro veterotestamentario de los Reyes que, al inicio del reinado de Salomón, éste le pidió a Dios, no larga vida y riquezas, ni siquiera verse libre de los enemigos…, lo que le pidió era«(…) un corazón recto capaz de distinguir el mal del bien» (1 Re, 3, 5-7). No es mala súplica desear un corazón recto. ¡Qué bien nos vendría una sociedad de personas de corazón recto! Cuando somos capaces de distinguir la senda de lo bueno, la voluntad va en su búsqueda. Se mueve en esa dirección. Poco se moverá si nos instalamos en la duda ontológica de no saber, ni querer saber, donde está el mal y dónde el bien. Sin claridad en las ideas, parálisis en la voluntad.

No basta habitar en la sociedad de la información. Hace falta habitar en la sociedad del discernimiento. Porque la información sin discernimiento aturde la mente y, ya sabemos cómo afecta a la voluntad. Una sociedad con corazón recto, con ilusión creativa, una sociedad en zapatillas lo es si asume el riesgo de discernir el bien del mal, se entusiasma con el bien y lo desea con esperanza.

Danos, Señor, un corazón recto.

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