después del paréntesis

1-O

El resto de los españoles no tenemos ni idea de lo que va a ocurrir mañana en Cataluña; incluso es posible que no nos importe demasiado. Aunque es verdad que nos enfrentamos a una crisis política sin precedentes; también que no se conoce solución razonable. Por dos razones. Una, porque a quien gobierna este país, es decir, a Rajoy y al PP, no les interesa lo más mínimo la política. Dos, porque se siente en su esplendor que el nacionalismo de allá (pongamos, el independentismo) ha de toparse con el nacionalismo de acá, que es mejor. Las espadas, pues, en alto, y el destrozo a evaluar.

Ahora bien, si asumimos la democracia como principio, hay cuestiones a defender. Una, dos no están juntos si uno no quiere; dos, en democracia, los catalanes tienen derecho a decidir. En ese caso lo consecuente es (como ocurrió en Reino Unido con Escocia o en Canadá con Quebec) ir allí y defender la posición con argumentos, no con principios renacentistas como los Reyes Católicos.
Huelga, entonces, estimar lo que los Puigdemont y compañía han representado en las últimas fechas. Si llegamos a la conclusión de que las cosas no se hacen como se han hecho desde este lado, de la parte de allá tampoco. Esos ardorosos soberanistas han creído que la debilidad del estado los iba a dejar hacer como querían, que así ocurrió en el famoso 9N. De modo que el ardite ha sido construir en el territorio de la representación del Estado en Cataluña (el Govern de la Generalitat) el ideal de su república. Y se lo han creído; se han creído que ellos no responden a las leyes españolas ni a los principios españoles porque son únicos. Los incumplimientos no tendrán consecuencias; al Presidente en cuestión y demás dignatarios solo los puede cesar de sus funciones el parlamento que a ellos les conviene, es decir, el catalán. De donde, desde el 2 de octubre semejante razón se manifestará. Entre otras medidas asumirán la amnistía que dejará fuera de la justicia a Mas o a los Pujols, que no han robado a los catalanes, robaron (en todo caso) a quienes los sojuzgaron.

Esa barbarie no tiene nombre; nadie lo entiende, ni el cuerpo legislativo ni los organismos internacionales ni… Porque lo que confirma es una atrocidad: son parte de ese país en ciernes solo los independentistas. Así procedieron con la ley de desconexión en su parlamento. Lo cual nos lleva a preguntar: ¿qué habrá después de la independencia, dos Cataluñas, una en el mando y otra en galeras? Prodigioso.

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