Seguro que más de uno desconoce que la playa de Bajamar, que aún hoy en día muchos siguen llamando playa del Castillo, recibe ese nombre por una antigua fortaleza militar ubicada, de 1771 a 1826, en la zona, y que se conocía como Batería y Cortadura de Tejina o, más popularmente, como el Castillo de Bajamar. Lamentablemente, en la actualidad no queda rastro físico de esta fortaleza, pero existe una propuesta ciudadana para crear en el punto donde se ubicaba algún tipo de monumento que dé testimonio de este hecho histórico del pasado de este pueblo costero de La Laguna.
Ya en el siglo XVII, la costa de Bajamar era uno de los embarcaderos del importante enclave de vecinos que existía en Tejina, “fundada por familias portuguesas que se establecieron con sus cultivos agrícolas, de caña de azúcar y de viñas […]. Gracias a esta actividad agrícola se desarrollaron relaciones comerciales, principalmente con Portugal y Brasil, haciendo de este enclave el lugar desde donde realizaron sus expansiones productivas”, recoge el libro Bajamar, un pueblecito norteño, redactado por Carlos García, Carmen González y Carmen Toral.
Uno de los embarcaderos de Tejina de la época era el ubicado en Bajamar, junto con los de Jóver y Punta del Hidalgo, por donde se embarcaban mercancías e, incluso, se comunicaba con otros puntos de la Isla, dada “la ausencia de caminos en el momento”, ya que, “a pesar de que existían vías desde casi los primeros años de colonización, se trataba de senderos en malas condiciones”, recoge el libro.
Este embarcadero de Bajamar “estaba vigilado y controlado por un militar -continúa el texto-, quien lo custodiaba y se responsabilizaba de la protección de los productos que por allí entraban y salían, siendo el alférez Francisco Suárez de Armas, otro descendiente portugués, el encargado de tal misión, ocupándose de evitar los ataques, hurtos de piratas y, además, controlar el contrabando, al igual que lo hacía del otro embarcadero en Punta del Hidalgo”.
Pero no fue hasta enero de 1771 cuando se construye una fortificación militar que fue denominada Batería y Cortadura de Tejina y que popularmente se conoció como el Castillo de Bajamar, denominación que se ha mantenido en la actualidad como topónimo y que da nombre al lugar y la playa que muchos siguen llamando playa del Castillo, también conocida como playa de San Juan al encontrarse en la desembocadura del barranco del mismo nombre. Además, “la calle peatonal principal de Bajamar también se llama calle del Castillo, haciendo referencia a esa vieja fortaleza militar”, explica Carlos García.
El Castillo de Bajamar fue proyectado y edificado por el ingeniero Joseph Ruiz. “Se efectuó una cortadura en la falda montañosa que daba hacia la costa y sobre el risco se levantó una muralla con una altura de diecisiete varas castellanas para imposibilitar la subida desde el mar. Ocupó una explanada de unos 600 metros cuadrados en forma de semicírculo y dispuso de tres cañones y banqueta para ocho fusiles, con un segundo escalón superior donde instalar otra batería de cañones.
También contó con un alojamiento para la tropa de una sola planta y un adosado al muro de gola, con un pequeño lugar en el ala izquierda para depósito de pólvora. La marea al subir en la pleamar batía sobre la muralla del castillo”, según datos de la obra Antiguas Fortificaciones de Canarias, de José María Pinto de la Rosa, recogidos por Carlos García.
Temporal de 1826
Sin embargo, el castillo quedó destruido tras el temporal que asoló Tenerife el 7 de noviembre de 1826, causando miles de víctimas y destruyendo multitud de edificaciones y viviendas. Así, no solo se perdió el de Bajamar sino también el Castillo de San Pedro, situado en la playa de Candelaria, o el de San Carlos de la playa Martiánez del Puerto de la Cruz.
“Las crónicas cuentan que los vestigios de la muralla de la batería aún se encontraban a la vista hasta el año 1951”, por lo que se puede apreciar en algunas fotografías de la época, según recoge el libro sobre Bajamar, quedando solo “los muros de aquel castillo”. Unos restos de los que hoy en día, lamentablemente, ya no queda ni una piedra.
Por ello, los autores del libro han propuesto al Ayuntamiento colocar en el punto donde se ubicaba ese castillo algún tipo de monumento conmemorativo, con paneles informativos sobre la antigua fortificación e, incluso, un par de cañones antiguos. En la fisonomía actual de la ciudad, este castillo estaría “entre el kiosco y las escaleras que bajan a la piscina, en los parterres de jardinería que hay a la izquierda”, explicó García, quien añadió que, tras la finalización de las Fiestas del Cristo, “quedamos con el Ayuntamiento en retomar el tema y ya ha habido algún contaco con el museo de Almeyda para que nos ceda algún cañón”, apuntó. “Que bueno sería para que sepamos todos el origen y la razón de llamar a ese espacio el Castillo de Bajamar, que sería un bello atractivo de tipo turístico y cultural que potenciaría este pueblo norteño”, concluye García.