escándalo político en la laguna

El dilema de Zebenzuí: Cortar por lo sano o aferrarse al cargo

El protagonista tejinero de la gran noticia de esta semana en toda España se debate entre dimitir como concejal o escuchar los cantos de sirena llegados desde CC y su propio partido
Mónica Martín y Zebenzuí González, en imagen de archivo durante una presentación municipal. DA

El mundo se ha desplomado sobre su cabeza, como tanto temía Abraracúrcix, el jefe de la tribu de Astérix. Zebenzuí González no se lo esperaba, ni tampoco era consciente del alcance real del escándalo durante la mañana del pasado jueves. Quizás fue a media tarde, al repasar lo que había pasado en unas horas increíbles y estresantes, cuando lo llamaron, como contaba a DIARIO DE AVISOS, hasta Ana Rosa Quintana y El Gran Wyoming, que luego lo puso a parir en su programa con ese estilo burlesco tan propio.

Zebenzuí y los suyos tuvieron tiempo para elucubrar sobre los efectos de la publicación de estos mensajes de WhatsApp, tan conocidos ya: “Yo a follar”; “jejejejeje”; “con empleadas que pongo yo y enchufo en el ayuntamiento”; “y después a hacer campaña por frikis”; “jejejejeje”; “perdón”; “me equivoqué de grupo”. Se equivocaron de plano en sus conclusiones. “Pense que daba, como mucho, para un rayo de esos”, en alusión al Alto Voltaje, la celebrada sección de este periódico que combina la ironía con las noticias de actualidad. En la soledad de los despachos triunfó el concepto de que se trataba de un texto privado, sin percatarse de que la relevancia mediática estaba más que presente por su condición de cargo público y, por supuesto, por lo escandaloso de su contenido.

Esa noche, poco pudo dormir Zebenzuí. Desde luego, descansar no descansó. Primero se aferró a la versión prevista: que si era algo privado, que se trataba de una broma. El tsunami político y mediático hizo que recurriera a la versión dada off the record anteriormente; se refería -dijo- a otro que sí practica en el Ayuntamiento de La Laguna tan despreciable comportamiento.

Ni una excusa ni la otra han servido de nada. Tampoco señalar a su compañero de partido en el PSOE y sin embargo encarnizado rival político, Javier Abreu. Todo el Ayuntamiento, incluidos sus aliados naturales (las afines Mónica Martín, María José Castañeda y los ediles de Coalición Canaria), le exigieron por escrito que se marche, que dimita como concejal.

Entre bambalinas, la realidad es otra. Cuenta Abreu que Martín y Castañeda, la tercera concejal del PSOE que apuntala a José Alberto Díaz (CC) al frente de la Corporación lagunera, se reunieron con él en secreto antes del pleno donde lo repudiaron. Son cantos de sirena los que llegan a los oídos de Zebenzuí para que resista ante un tsunami devastador para su imagen pública y, como es natural, igualmente duro para sus allegados.

Mañana lunes tiene previsto tomar una decisión, aunque solo él sabe si será así. Puede dimitir, para alivio propio y de los suyos, dado que su marcha rebajará la presión actual y venidera, que el pasado viernes ya se notó en la sesión plenaria, repleta de vecinos con carteles que mostraban su indignación sobre lo acaecido en su ciudad.

Pero también puede quedarse. Insistir en que no es culpable, que era una broma. Confiar en que la oposición, tan numerosa, se olvidará pronto del asunto. Que las asociaciones feministas, tan activas y organizadas, dejarán de interesarse en un par de días, como si los mensajes de Zebenzuí no fuesen los más leídos y comentado en toda España desde hace tiempo. Con maldad manifiesta, Javier Abreu augura que, si se queda, tendrá los mejores Reyes Magos de toda su vida. Vaya usted a saber.

Solo Zebenzuí sabe qué pasará. Si realmente pensaba que algún día sería el primer alcalde de su pueblo natal, Tejina, ya lo habrá descartado. Políticamente, lo tiene crudo, por no decir imposible. Aunque cosas más raras se han visto y si, como parece, la Fiscalía investigará el asunto, habrá que esperar a conocer el resultado de tales indagaciones.

Pero todo eso se antoja aún lejano. La semana que viene será intensa para Zebenzuí, quiera o no. A él y a sus aliados políticos les interesa ganar tiempo, otra cosa bien distinta es que lo consigan. No son pocos los que harán lo necesario para evitarlo.

Es el dilema de Zebenzuí, hoy famosísimo a su pesar. O cortar por lo sano, o dejar que las sirenas terminen de hundir su imagen aferrándose al cargo.

El cielo ya se ha desplomado sobre la cabeza de Zebenzuí: señal de que los dioses ya no están por resistir como los galos, que diría Abraracúrcix.

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