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El libro perfecto

Era el libro perfecto pues contenía todo el saber del mundo. Ciencias, historia, jurisprudencia, informática y religión; todo, todo estaba en su interior

Era el libro perfecto pues contenía todo el saber del mundo. Ciencias, historia, jurisprudencia, informática y religión; todo, todo estaba en su interior. Parecía un libro vulgar, de tapa dura, eso sí, pero poco más. El lomo mohoso era señal de edad, solamente. De tamaño mediano, de color gris o agrisado, sin detalles que le caracterizaran, con letras desvaídas en su cara anterior impregnadas de tonos de oro viejo, sin más añadidos, modesto él.

Lo había encontrado soportando la pata un tanto corta de una vieja mesa desportillada llena, a su vez, de viejos tomos, en la ribera izquierda del río. Lo había extraído colocando otros compañeros suyos bajo la corta pata y su compra, incluso, fue casi un regalo.

Resultaba pesado, muy pesado. Pero no en el sentido de tedioso o inameno sino porque, en una balanza, habría alcanzado posiblemente los tres kilogramos.

Tal vez fuese por su denso contenido, pensó, pues las más de ochocientas páginas de fino papel cebolla carecían de cualquier añadidura que pudiera aumentarlas de peso.

Deseaba sentarse en un buen sillón y comenzar su lectura, así que lo sujetó fuertemente bajo su brazo y marchó a su casa, subió los tres pisos sin ascensor casi a la carrera y cansado, pero enormemente feliz, se metió en el cuartito que hacía de salón, cocina y dormitorio, se sentó en el desvencijado sillón y lanzó un largo suspiro.

No tenía absolutamente nada que hacer esa noche, por lo que pensó dedicarla a la lectura del grueso tomo y así, tal vez, ya podría discutir con los mejores cerebros del globo terráqueo, con los sabios más sabios del momento al tiempo que les hipnotizaría con el caudal de su sapiencia.

El grueso volumen contenía todo el SABER, con mayúsculas, y él iba a conseguir que todo su contenido pasase a su cerebro con lo cual él y solo él sería el hombre más culto, sabio e inteligente del planeta Tierra.

Por unos instantes se regodeó en el pensamiento “soy el mayor talento de la Tierra” y cosas parecidas. Su mente abandonó, por unos momentos, ese planeta que habitaba para soñar. “Soy el más sabio del mundo” pronunció en voz baja y lo repitió una y otra vez. El más sabio del mundo…

¿Cómo podía caber en ese número de páginas toda la sabiduría mundial? Acarició con suavidad los cantos del libro, lo abrió y contempló, sin leer, las líneas abigarradas de la fina escritura. Tal vez hubiese claves que se irían descubriendo mientras leyese; o, tal vez, su contenido, al leerlo, se transformaba en una onda invisible que llenaría sus neuronas de millones y millones de conocimientos. Tal vez…
Estaba cansado, muy cansado. Se dormía en el sillón, cuyos muelles le pinchaban, con su tesoro en el regazo. Cuando fuese rico, porque estaba claro que siendo el más sabio del mundo pronto se haría rico, se compraría un sillón ergonómico, una lámpara de pie y una butaca para descansar los pies.

Pero antes de acostarse tenía que guardar el tomo en lugar seguro. Solo tenía el voluminoso ropero de madera donde guardaba todo su equipaje, pero era alto, muy alto, y allí arriba pondría esconderlo hasta que llegase la hora de que le trasmitiera todos los conocimientos que encerraba.

Se despertó en una cama metálica, con barandillas igualmente metálicas, con un brazo sujeto a un cable que terminaba en un soporte el cual, a su vez, sostenía una gran ampolla de agua amarilla. Y frente a sus ojos pudo contemplar la bonita cara de una joven con cofia así como la no tan bonita de un barbudo señor que llevaba colgado al pecho un fonendoscopio. Fonendoscopio, al fin cayó en la cuenta, estaba en un hospital, clínica u otro cualquier tipo de establecimiento sanitario y le debían de haber hecho alguna operación, pues su pie derecho, que estaba en alto, dolía lo suyo.

Finalmente el barbudo le aclaró sus dudas:

“Me gustaría saber desde que altura cayó el Espasa para fracturarle tres metatarsianos y dos dedos al mismo tiempo. Estuvimos cerca de dos horas recomponiendo el puzle”-

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