despuÉs del paréntesis

Guindillas

Recurriré a una anécdota. Tráfico se solidarizó y propuso aparcamientos debidamente señalados para inválidos y etc.

Recurriré a una anécdota. Tráfico se solidarizó y propuso aparcamientos debidamente señalados para inválidos y etc. Hete aquí que el primero que existió en mi barrio se encontraba justo al lado de la tienda que llamábamos “librería”, una especie de quiosco grande en el que vendían material de papelería, algún libro y sobre todo periódicos. Felipe se acercó con su coche a comprar el DIARIO DE AVISOS. Se detuvo provisional y momentáneamente allí. Pancho, el guardia municipal del lugar, de inmediato actuó. Esperó a Felipe y cuando este, apenas un minuto después, salió, se encaró con él y le dijo: “¿No sabes, Felipe, que aquí no se puede aparcar?”. “No aparco…”.. “¿No lo sabes?”, insistió Pancho; “¿tú eres cojo?”. Respuesta de Felipe: “¡Desde cuándo!”. El juego parece trivial, pero no lo es. El guardia municipal cumple con su función: las normas han de cumplirse. El señalado acepta que las excepciones no hacen la regla; respeto y confirmación -pese a la escueta parada- de que jamás aparcará (en el sentido estricto del término “aparcar”) en ese vado. Y esa es la proporción de proximidad y entendimiento entre quienes son contratados para vigilar la observancia y el buen funcionamiento de las cosas y los ciudadanos que ahí viven y lo aceptan. Así funcionaba la cuestión. Hasta ahora, por lo que puede manifestarse (por ejemplo) de los guindillas de La Laguna. Porque ahí es posible que un residente pare el auto 120 segundos al lado de un cajero para sacar dinero. No existe peligro alguno; más aún, docenas de furgonetas tienen acceso a la zona. La pareja de guindillas te ve, saca el bloc, el bolígrafo y te multa. Tú pretendes explicar, sin opción. No solo no te escuchan, lo cual es una falta de respeto considerable, sino que pueden aducir banalidades sobre la autoridad y obligarte a mover el coche porque estorbas a no se sabe quién. No conocemos si es el alcalde o algún antiguo militar de alto grado el que deslegitima la relación de cercanía. Sufres lo normal torcido. Tanto que es posible que te encuentres con una patrulla vigilando si excedes los 30 km por hora o controlando a los coches que tienen vencida la ITV para denunciarlos. Me lo dijo una vez un viejito: “En la iglesia no manda el cura, manda el sochantre”. Y lo peor que puede ocurrir en este país, comentó, es que le pongas una gorra de plato a un listillo. “Si te descuidas, le declara la guerra a Estados Unidos y ahí nos vamos a ver”. Eso ocurre, con estos despóticos, obtusos y ridículos.

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