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Con el Huracán Irma en los talones

La canaria Isabel Rapisarda tuvo que dejar la universidad donde estudia en Miami para huir del devastador paso del huracán que asoló el Caribe y Florida durante las últimas semanas
Isabel Rapisarda, durante uno de sus partidos de la NCAA que ganó con la Barry University. / DA

Tres años estudiando Sociología en la Universidad de La Laguna le bastaron a Isabel Rapisarda para ganarse la nacionalidad tinerfeña. Niña prodigio del tenis canario, clasificada en la WTA, ganadora de cuatro torneos ITF y poseedora de un talento natural con la raqueta en la mano, la grancanaria se despidió del circuito mundial en 2012, justo antes de venirse a Tenerife a cursar sus estudios universitarios.

A punto de graduarse, Isabel, que durante su carrera como profesional del tenis llegó a visitar hasta 28 paises diferentes, vivió hace pocas semanas una experiencia que le ha hecho ver las cosas de otra manera. La amenaza del devastador Huracán Irma fue la causante de los días más angustiosos de su vida, pero todo tiene un principio… y un agradecido final.

“Desde que me retiré del tenis había recibido varias llamadas del entrenador de la Barry University para venirme a Miami con una beca deportiva”, relataba ayer Rapisarda desde Whole Foods, uno de sus restaurantes favoritos de la ciudad. El cansancio físico y mental que había acumulado en su trayectoria deportiva dentro del circuito le pasó factura y terminó por desgastarla de tal manera que “sólo quería descansar y hacer una vida normal”. Y es que desde muy joven se vio viajando casi siempre sola, por todo el mundo, con la presión de obtener resultados.

Así, Rapisarda, que llegó a jugar dobles con y contra la número uno del mundo actual, Garbiñe Muguruza, quiso olvidarse del tenis. en cuanto se mudó a Tenerife comenzó a jugar al pádel para mantenerse activa haciendo un deporte mucho más social, sin el peso de la responsabilidad de los resultados. “Jugué tres años el circuito, gané cuatro títulos ITF entre dobles e individuales, entrenaba una media de cinco horas diarias…” y casi se le fue la juventud compitiendo hasta que se dio cuenta de que hay vida más allá del tenis de alto nivel.

En Tenerife recuperó su alegría, disfrutó de sus estudios, hizo muchos amigos, compitió dentro de las pistas de pádel hasta en cuadros de categoría masculina y sonrió, sonrió mucho. Pero le quedaba la espina de probar fortuna en Estados Unidos y la insistencia del entrenador de la Barry University terminó por convencerla para acabar sus estudios universitarios de sociología en Florida a través de una beca cien por cien deportiva y académica.

El balance no ha podido ser mejor. Isabel se graduará en mayo de 2018, pero ya tiene su mayor título, el de campeonas nacionales de la NCAA en tenis. “El equipo este año ha hecho historia, hemos acabado invictas después de jugar 30 enfrentamientos, lo ganamos todo y aquí el campeonato nacional es lo máximo” relataba antes de elegir su cena en el buffet de comida sana de Whole Foods mientras esperaba por una compañera de facultad y desvelaba que en Miami es “imposible” jugar al pádel porque “cuesta 30 dólares la hora y media, por persona”.

Los componentes del equipo de la Barry University, con el trofeo campeones la NCAA de 2017. / DA

Todo ha ido sobre ruedas para Isabel… hasta hace unas semanas. La llegada del Huracán Irma cambió su percepción de lo natural. Las noticias que venían llegando desde las islas caribeñas que estaban siendo devastadas por tremenda fuerza iban alertando a la población del estado hasta que Irma puso rumbo norte y llegó el miedo.

“Venía Irma, teníamos que evacuar y no sabíamos qué hacer porque ya no quedaban ni vuelos ni hoteles en los estados más cercanos así que nos juntamos siete personas y decidimos irnos a Washington DC en coche”, relataba ya con la tranquilidad de sentirse a salvo, pero con el susto aún en el cuerpo. “Fueron diez noches durmiendo en pisos diferentes porque no sabíamos cuándo nos darían luz verde para regresar a Miami, pero en Washington nos encontramos con una ciudad maravillosa, con gente diferente a la que estamos acostumbrados en Miami aunque acabamos siendo una familia nómada con tanta mudanza”.

“Me llevo una experiencia que jamás olvidaré”, relataba ya con su plato de arroz y pollo hindú con berenjenas asadas sobre la mesa. “Llegamos a vernos en la calle con las maletas, sin tener donde dormir, pero hasta en esas situaciones intentamos ser positivos porque sabíamos que en el fondo encontraríamos alguna solución”, recordaba ya de forma más distendida.

El viaje de ida a Washington “fue horroroso”, con 17 horas dentro de un coche “y el cielo tan oscuro que daba muchísimo miedo”. El regreso a Miami, igual de largo, se hizo algo más distendido. “Al final obligué a mis compañeros a parar y hacer noche en Daytona”, después de haber conducido desde las 9.00 hasta las 15.30 horas sin parar.

Luego, ya entrando al estado de Florida empezaron a ver los efectos de la devastación y ya en Miami se dio cuenta de la capacidad de los norteamericanos para sobreponerse a este tipo de situaciones. “Aquí la gente trabaja a una velocidad inhumana, ya está todo más o menos en orden”, contaba Isabel que había recibido noticias de que su universidad no había sido demasiado dañada. Ayer recuperaron la absoluta normalidad y reanudaron las clases, pero la experiencia le quedará para siempre. “Tras una semana y pico fuera de Miami hemos vuelto a la rutina. Los que evacuamos jamás olvidaremos esto”.

The Irma’s, la nueva familia de Isabel Rapisarda

Isabel, segunda por la derecha, junto a sus compañeros en la aventura de la evacuación. / DA

Dos alemanas, una colombiana, el tinerfeño Dani y la grancanaria Isabel formaron el grupo de viaje más especial. “Nos pusimos un nombre, The Irma’s, fuimos como una familia porque estas cosas unen mucho”, aseguraba la deportista después de la experiencia vivida y de la intranquilidad sufrida tanto por ella como por sus familiares. Isabel volverá con título deportivo, universitario… y humano.

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