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La escuela

La escuela se asombraba en estos días de la existencia en España de hasta 25 libros diferentes por asignatura, consecuencia de nuestras 17 repúblicas educativas

La escuela se asombraba en estos días de la existencia en España de hasta 25 libros diferentes por asignatura, consecuencia de nuestras 17 repúblicas educativas. Esta caricatura no sólo afecta el bolsillo ciudadano, sino que refleja el absurdo del sistema educativo español, que nunca debió perder el carácter unitario básico, pese a los conflictos nacionalistas. Ello va ligado al viejo problema español, anterior y propio de la construcción de la identidad nacional en la historia, lastrada siempre por el reparto territorial del poder. La crisis ha puesto de manifiesto las deseconomías de la escuela, la sanidad, la justicia o el mercado. Que por más que pretendan unificarlos con la legislación europea y básica nacional, vuelven a estancarse en las “taifas”, con los “comuneros” y con la propia dejación del gobierno central.

De manera que la educación, atacada por el exceso legislador de diferentes poderes públicos descoordinados, se haya convertido en campo de desacuerdos, sin importarles la unidad y coherencia del sistema educativo, la igualdad de derechos, o la calidad de la enseñanza. En pleno conflicto político, se deriva nuevamente al campo educativo, la guerra de la religión, el duelo “público-privado-concertado”, las lenguas cooficiales, o los eternos conflictos ideológicos ya socialmente superados, que se vuelven a sacar en las guerras políticas. Cuando realmente las prioridades educativas son otras, donde además el conflicto Lomce-LOE ha perdido buena parte de su sentido.

Identifica la actual situación española los resultados del informe externo del PISA, trianual, que coloca a España en torno al puesto 28 de los 34 miembros de la OCDE analizados, cuando somos la 12/14 potencia económica mundial. Así que la desunión no hace la fuerza. En este campo minado, se desenfoca lo principal y sobrevalora lo secundario.

Los temas que más se hablan, son los que menos afectan el aprendizaje, donde los alumnos son tanto mejores cuanto lo son sus profesores. Incrementada la diversidad social, España es uno de los países del mundo que más rápidamente ha visto crecer su población inmigrante, con escasos conflictos de integración. Lo esencial sería entonces unificar lo básico en el ámbito nacional y liberalizar lo secundario en el ámbito de los centros, leídas las prioridades educativas. Pasan éstas por potenciar el Mir educativo, la reforma de la profesión docente, el liderazgo de la dirección en los centros, modernizar los currículum, dotar de mayor autonomía y medios a los colegios, reforzar becas, inglés y digitalización. El incremento de libertad aumenta la responsabilidad de las comunidades educativas y con ello la capacidad de mejorar. Gestionar en sus ámbitos sus grados de libertad, dentro de un sistema nacional unitario. Entre ellos la religión y sus signos, la educación diferenciada por sexos, la integración de colectivos multiculturales, la atención a la globalización, los distintos modelos educativos e idearios de centro, el cheque escolar, las relaciones extraescolares, el mecenazgo. Todo ello es preciso para convertir la educación en un eje del cambio, para reducir el abandono, el absentismo y el fracaso escolar, superar autoridad y rebeldía, reducir la actual violencia escolar, o el sentido de los excesos de los deberes en el inicio del curso, cooperar en lo que nos une, priorizando las necesidades educativas, sobre los conflictos políticos de la escuela que poca solución tienen. Colocar a España en mejores posiciones del PISA, que es quien nos mide.

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