el charcohondo

El límite de la soportabilidad

Hay asuntos de los que mejor no hablar, dejémoslo estar, qué necesidad, para qué, tú ya sabes. Cuestiones, cómo decirlo, en fin, incómodas. Inapropiadas

Hay asuntos de los que mejor no hablar, dejémoslo estar, qué necesidad, para qué, tú ya sabes. Cuestiones, cómo decirlo, en fin, incómodas. Inapropiadas. Políticamente incorrectas. Socialmente mal miradas, indigestas. Imprescindibles, sí, pero prescindibles y descartadas porque la premisa es alejarse de la caja de los truenos, del fuego. Hay temas que los brujos de la tribu desaconsejan verbalizar. Tabúes. Discusiones siempre aplazadas. Dudas cuya paternidad nadie quiere asumir. Preocupaciones acalladas no vaya a ser qué, no pisemos ese césped, apártense de tal jardín. Hay debates para los que nunca hay asiento libre en la guagua o plaza en avión alguno, controversias silenciadas por el cóctel resultante de la confluencia de temores (empresariales), cálculos (políticos), estereotipos y mandamientos que no constan, no, pero están. Aquí, en las Islas, uno de los tabúes habla de la oportunidad no reconocida ni admitida de establecer un límite al número de turistas que recibimos anualmente. Déjalo estar, no sigas por ahí. Un límite, sí. Se echa en falta un debate, dentro y fuera del ámbito parlamentario, sobre cuántos millones de turistas anuales pueden soportar nuestras infraestructuras. Es necesario encontrar el techo de soportabilidad. Conviene definirlo, saberlo. Si nuestra capacidad para gestionar residuos es limitada (muy deficiente), ¿es o no una irresponsabilidad pasar de once o doce millones de turistas anuales a catorce o quince millones? Llámese carga sobre el territorio o capacidad de acogida, gestión y atención debida, pero háblese, ábrase un debate antes de que los residuos acaben desbordándonos, ensuciando la marca Canarias, quemando el negocio del que, fíjate tú, viven principalmente estas Islas. No lo harán. A pesar del riesgo de acabar matándola por sobrepeso, tiene mala prensa poner límites a la gallina de los huevos de oro. Dejémoslo estar, qué necesidad, en fin, tú ya sabes.

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