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De Maduro, Puigdemont y Serrat

Nicolás Maduro reconoció que no vacilará en convertirse en dictador -como si no lo fuere desde hace años- para que el pueblo venezolano tenga paz y pueda comer, justificando tal supuesto cambio de comportamiento como gobernante, en un repetitivo discurso victimista, ante inexistentes conspiraciones.En tanto, por estas costas, un Carlés Puigdemont con la ventaja del poco tiempo que lleva gobernando, afirma que es demócrata y que todo este descalabro del 1-O también lo hace en defensa de los derechos del pueblo catalán y contra una metrópoli opresora, pero no porque sea un dictador, imitando así el victimismo del presidente venezolano.

Ambos, les guste o no, son dictadores al desconocer leyes, pactos firmados, separación de poderes del Estado y convocar referéndums ilegales, lo que en Venezuela acabó en una Asamblea Constituyente inconstitucional, que niega legitimidad a la Asamblea Nacional y otorgó a Maduro la suma del poder público; mientras que, por aquí, violentando hasta el Reglamento Interno del Parlament catalán, se prevé que el 2-O comenzará regir una Ley de Transitoriedad (vaya palabreja), cuyo articulado incluye la opción de que Puigdemont recorra Barcelona -como hacía Hugo Chávez en Caracas- vociferando “¡Exprópiese!”.

Puigdemont aun no reconoce lo que si Maduro. Que es un dictador, de hecho y de derecho. El venezolano aupado por su vicepresidente Diosdado Cabello, grupúsculos del oficialista PSUV, y de militares presuntamente corruptos y narcotraficantes; mientras que el titular de la Generalitat por su vicepresidente Oriol Junqueras y un grupo político cuasi terrorista como es la CUP.

Sus respectivos pueblos y la fractura en que los han inmerso les importan un pimiento. Uno se vanagloria de ser dictador. El otro, podría proclamarse como tal en cualquier momento, confirmando la aseveración de Joan Manuel Serrat (catalán, por cierto). Que, a ambos lados del Atlántico, estamos en manos de ‘Locos con carnet‘.

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