superconfidencial

Toronto

Ya no me acuerdo cuándo estuve en Toronto, quizá en el año 71 del siglo pasado. Me pareció una ciudad extraordinaria y Canadá una maravilla de país, ordenado, limpio, fresco, tanto la parte francófona como la británica. Desde niño, por las dichosas películas, tenía obsesión con la Policía Montada. Su uniforme me gustaba mucho y sus hazañas, entre la nieve, los perros, los rescates y ese revólver unido al cuerpo del policía por una cuerda blanca me resultaban curiosos. Recuerdo a Toronto como una ciudad con avenidas muy largas y muy anchas, poco tráfico y unos bares de cerveza repletos de gente, los clásicos pubs que ya se encuentran en todo el mundo y que nacieron, según creo, en Inglaterra. El Canadá es un país inmenso con poca gente viviendo en él, para su extensión, y dueño de un orden exquisito. En muchas de sus ciudades y, sobre todo en los pueblos, la gente duerme con las puertas de las casas abiertas. No sé si ustedes se han fijado en que se trata de un lugar enorme, en el que nunca pasa nada. He repasado mentalmente los países que he frecuentado y el Canadá es en el que menos veces he estado, aunque hay que añadir las cuatro ocasiones en las que he visitado las cataratas del Niágara, cruzando la frontera por la ciudad norteamericana de Buffalo, creo que en el estado de Nueva York, si no me equivoco. Siempre digo que tenía que haber escrito cuadernos de viaje de cada ciudad visitada a lo largo de mi vida. Los amigos de las colecciones se ponen las botas con estos periplos. Tengo un amigo que colecciona, y enmarca, los carteles de “do not disturb” (no molesten) de los hoteles en donde se ha alojado, en todo el mundo. Me parece un recuerdo precioso y un buen homenaje a la memoria.

TE PUEDE INTERESAR