opinión

Una Copa fraudulenta y adulterada

La Copa del Rey es una competición adulterada, dirigida y anómala, confeccionada para que le saquen provecho, económico, los equipos de Segunda División B, que ganan un dinero que les calla la boca, y para los de Primera División

La Copa del Rey es una competición adulterada, dirigida y anómala, confeccionada para que le saquen provecho, económico, los equipos de Segunda División B, que ganan un dinero que les calla la boca, y para los de Primera División, que son los que al final se llevan el dinero de la televisión. La Federación Española de Fútbol, con Angel María Villar, Juan Padrón y Joan Gaspar a la cabeza, se las ingenió para crear un torneo en el que los conjuntos de la máxima categoría entran a jugar a doble partido y los cinco grandes empiezan midiéndose a un Segunda B. Así los equipos de Segunda División A resultan muy desfavorecidos. La mayoría se eliminan entre ellos, sin pena ni gloria, mientras que los cinco que logran medirse a un rival de superior categoría, son emparejados con los Primera que no quiere nadie: los Getafe, Leganés, Alavés, Eibar, Girona, Málaga, etc. Y todo por un puñado de billetes. Los clubes de Segunda tragan con este montaje a cambio de unos pocos euros, que son un poco más si juegan fuera de su feudo o si logran superar una eliminatoria. Esos mismo clubes son los que propician que desde el 2006 este sistema injusto, irregular y fraudulento siga vigente. Ya nada queda de aquella competencia en la que jugaban todos contra todos, que era justa, igualitaria y plagada de sorpresas para el espectador. Se la cargó la Federación, con el beneplácito de la LFP y de los equipos.

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