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Ángel Guimerá: un canario en las raíces del independentismo catalán

El director del Teatro Nacional de Cataluña, Xavier Albertí, sitúa al autor tinerfeño en la línea del actual secesionismo y relee su obra al documentar por primera vez su homosexualidad
La escultura de Ángel Guimerá frente al teatro que lleva su nombre. / SERGIO MÉNDEZ

El escritor de origen canario Ángel Guimerá (Santa Cruz de Tenerife 1845- Barcelona 1924) fue un dramaturgo de renombre internacional y un prócer del catalanismo cultural y político, cuyo devenir marca en estas fechas el ritmo de las pulsaciones de España, en medio de la que se considera la crisis más profunda que ha sufrido el país en democracia con la declaración de la independencia de Cataluña por el Parlament.

De padre catalán y madre tinerfeña, la figura de Guimerá en Canarias es más reconocida (el principal teatro de Tenerife lleva su nombre) que conocida. Nació en la capital tinerfeña, de donde partió siendo un niño de poco más de ocho años. Primero en El Vendrell (Tarragona) y luego en Barcelona, encontró en Cataluña una cultura y una lengua que hizo suyas, defendió como pocos y contribuyó a engrandecer con su producción literaria, convirtiéndose en un adalid del catalanismo.

Estas últimas temporadas, el Teatro Nacional de Cataluña (TNC) está recuperando piezas de su repertorio, de la mano de su director, Xavier Albertí, un apasionado de la obra de Guimerá, al que considera un gran renovador del arte escénico y “el autor de la Península Ibérica más representado en todo el mundo en su tiempo”.

“No solo fue el gran reformador de la dramaturgia en catalán o en español, sino también uno de los grandes reformadores en la Europa de su época”, destaca en una entrevista con DIARIO DE AVISOS. El responsable del TNC ha estudiado a fondo al escritor canario, candidato al Premio Nobel entre 1907 y 1923. Fruto de esa investigación publicó en 2016 el libro Guimerà: home símbol (Guimerá: hombre símbolo), escrito a cuatro manos con el dramaturgo Albert Arribas.

¿Pero qué simbolizó Ángel Guimerá? “Para la cultura catalana contemporánea se ha ido transformado a lo largo del tiempo, pero en el momento álgido de la creación de su obra, Guimerá fue considerado un símbolo de la catalanidad renacida”, explica. Perteneciente al movimiento Renaixença (Renacimiento), dirigido a la recuperación de la lengua y la cultura catalana, fue el creador y director de un periódico que llevaba ese nombre y, a juicio de Albertí, “el intelectual más importante que tuvo ese fenómeno”.

Histórico fue que pronunciara en catalán el discurso de su toma de posesión de la presidencia del Ateneo de Barcelona en 1895. Aquel acto generó un gran revuelo, en un contexto, a finales del siglo XIX, donde esta lengua estaba relegada al uso familiar. “Guimerá fue de los que más contribuyeron a que el catalán volviese a ocupar espacios de oficialidad”, subraya Albertí.

El director del Teatro Nacional de Cataluña, Xavier Albertí. |DA

El Ateneo de Barcelona fue también el escenario donde el “hombre símbolo” recibió un ataque despiadado de un joven Salvador Dalí, durante una conferencia que pronunció en 1930, calificándolo como “el gran cerdo, el gran pederasta (término empleado en la época para designar la homosexualidad), el inmenso putrefacto peludo”.

Ya en el Manifiesto Amarillo (1928), donde el pintor surrealista presenta su concepción rupturista del arte y la cultura, junto con Gasch y Montanyà, “lo señalan como un reaccionario antivanguardista, seguramente porque lo habían leído mal y porque les interesaba como jóvenes cargar contra lo que había sido el símbolo de la Cataluña del renacimiento”.

Esta defensa del catalanismo que profesó el autor de Tierras bajas no solo abrigaba una reivinidicación cultural, sino que contenía también una carga política importante. En esta línea, Albertí defiende que “hay aspectos del catalanismo de Guimerá que están más cerca de los postulados independentistas contemporáneos que no del pactista de finales del XIX”.

¿Pero dónde se situaría hoy Guimerá? Partiendo de la base de que es un ejercicio de ficción histórica, Xavier Albertí está convencido de que “sería independentista”. “Ángel Guimerá sabía perfectamente que una lengua sin estado es una lengua minorizada”, añade.

SEXUALIDAD

Junto a su catalanismo, hay otra vertiente clave en el estudio de Albertí y Arribas para comprender al escritor. A pesar de que la homosexualidad del dramaturgo ha sido un asunto que se ha dado por hecho y del que los autores han hablado durante el siglo XX “con la boca pequeña”, hasta ahora no se había documentado.

En unos papeles que conservaba la familia del amigo inseparable de Guimerá, Pere Aldavert, donados en 2005 a la Biblioteca Nacional de Cataluña, “descubrimos una carta de Tomás Rigualt en la que queda absolutamente clara la relación homoerótica entre ambos cuando eran muy jóvenes”, comenta Albertí.

“El objetivo del libro no es decir que Guimerá era homosexual, porque eso, en estos momentos, no le interesa a nadie, sino que da una clave de lectura nueva sobre la estructura de sus personajes y cómo la represión de la sexualidad les lleva a comportamientos muy próximos al sadomasoquismo, liberando la forma dramática de una manera ejemplar en la dramaturgia del tiempo de Guimerá”, explica el coautor de Hombre símbolo.

Rigualt, que se ordenó sacerdote, fue uno de los grandes amigos de Guimerá, al igual que Aldavert, que estaba casado y tenía dos hijas, y en cuya casa vivió la mayor parte de su vida el autor canario. Josep Pla dijo de estos dos patricios del catalanismo: “No es que fueran inseparables, es que eran la misma cosa”. Tal era el vínculo entre ambos que en sus testamentos se dejaban todos los bienes y Aldavert quiso que lo enterraran con Ángel Guimerá en lugar de con su esposa.

Hay, además, un hecho que puede aparentar ser anecdótico, pero al que el director del TNC otorga un papel importante y es que cuando el diario El Liberal, de máxima difusión en la España de 1895, recoge el escándalo que produjo el discurso de Guimerá en el Ateneo, justo al lado aparecía publicada la noticia de la condena a prisión de Oscar Wilde por “sodomía”. “Creo que a partir de ese momento decide hacer un encerramiento en el armario definitivo”, concluye.

PATRIA CHICA

Idelfonso Maffiotte, en un artículo publicado en 1924, sostenía que “para Guimerá, Tenerife y la madre eran la misma cosa, amada y lejana”. ¿Cómo podía olvidar la tierra de su infancia, Santa Cruz de Tenerife, cuyos recuerdos evocaba en la memoria del acento dulce de su madre, por la que sentía una profunda devoción? En un trabajo de Josep Miracle sobre su poesía, publicado en Anuario de Estudios Atlánticos (1958), defiende que “Guimerá conservó hasta la muerte recuerdos inolvidables, y el adjetivo es suyo, de Santa Cruz de Tenerife”.

Guimerá mantuvo a lo largo de su vida contacto con su familia de Tenerife. En una carta de 1909, que cita Miracle, cuenta que ha recibido un aviso de Correos para recoger gofio. “¡Bienvenido sea! La caja está ya en mi poder, y ya lo he probado. Es buenísimo y lo como con la misma afición de toda mi vida”.

El afecto por Tenerife se dejaba también traslucir en la carta que remitió al alcalde de Santa Cruz en agradecimiento por la placa que instalaron en su casa de nacimiento: “Tinerfeña mi idolatrada madre, catalán mi bondadoso padre, mis amores son para esta Isla y su capital, y para Cataluña, en cuyo idioma está escrita mi obra literaria”.

En una entrevista que le hizo el periodista Leoncio Rodríguez, Guimerá confesó, con 69 años de edad, que “sigo considerándome tan isleño como el que más”. En la conversación, el escritor apunta que “una vez intenté hacer una obra con asunto isleño; quería dedicarle esa modesta ofrenda a mi tierra, y hasta María Guerrero se me ofreció para estrenar la obra en Tenerife. Tropecé con algunas dificultades, por desconocimiento del habla y las costumbres del país, y abandoné el proyecto”.

Sobre la presencia de Canarias en su obra, Xavier Albertí señala que en la poética de juventud es “brutal”. “El joven Guimerá añora Canarias, pero a medida que se va haciendo adulto y se implica en la construcción del catalanismo político, va disminuyendo en su obra”.

También recuerda que mantuvo una relación “extraordinaria” con Benito Pérez Galdós. “Cuando se encontraban había una reflexión sobre los orígenes de ambos”. De hecho, Guimerá bromeaba con el pique insularista entre ambos autores, que estuvieron cerca de recibir ex aequo el Premio Nobel.

Federico García Lorca y María Guerrero.| DA

NOTAS

. Viaje sin regreso: El 23 de diciembre de 1853 partió del puerto de Santa Cruz rumbo a Cataluña. La travesía fue tan mala, que esa experiencia le impidió volver a visitar las Islas por miedo al mar.

. Obras destacadas: Algunos de los títulos más representativos de su teatro son: Mar y cielo (1888), Tierra baja (1897), María Rosa (1894), La hija del mar (1900) o Mestre Oleguer (1892.

. Federico García Lorca: “Es evidente que sus dramas rurales, como Bodas de Sangre, Bernarda Alba o Yerma, se inspiran en las texturas de los grandes dramas de Guimerá”, sostiene Xavier Albertí.

. El supuesto robo del Nobel: Cuando obtuvo el Nobel Echegaray (1904), Guimerá no podía optar al premio porque hasta 1906 la Academia catalana no podía proponer candidatos. De ahí que no sea más que una leyenda que le robaron el Nobel.

. María Guerrero: Guimerá mantuvo una intensa relación profesional con la gran dama del teatro, para quien escribió muchos personajes, que representó en España y en América.

. Poesía: Ángel Guimerá se inició en la literatura con la poesía y obtuvo el máximo reconocimiento de los Juegos Florales de Barcelona en 1877: Mestre en Gai Saber.

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