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Domingo

Uno está deseando que no llegue el domingo, que probablemente es el día más aburrido de la semana

Uno está deseando que no llegue el domingo, que probablemente es el día más aburrido de la semana. Te lees los periódicos, más gruesos que de costumbre, tras ir al kiosco y recoger de la calle la caca que deje el perro -el otro día, Mini echó una gran meada, justamente al lado de la bota de un guardia, que la verdad fue bastante comprensivo-. El domingo, antes, era un día de misa y tertulia a la puerta de la iglesia; ahora no. Yo no aguanto los vacuos sermones de los curas de esta isla, en general, y no voy a misa frecuentemente. Ni siquiera organizo ya la procesión de la Cruz en mi pueblo, como antes, porque, además, el cura-párroco de entonces perdió el libro donde se apuntaban los priostes, que éramos siempre los mismos. Con la crisis -había que hacer gastos de banda, fuegos, ágape a cofradías, etcétera-, asumió esta organización el Ayuntamiento, con lo cual la fiesta perdió al prioste y el prioste ganó dinero. Todo cojonudo. No me acuerdo cuánto me costó la broma la última vez que fui prioste, hace ya más de dos décadas, pero eran sus perritas, no crean. Generalmente organizábamos esa fiesta las familias Luz Cárpenter y González de Chaves, dos clásicas en este Puerto. En fin, que para hablar de Cataluña prefiero escribir sobre estas boberías, que no tienen nada que ver con la actualidad. Hoy es domingo, distinto a los domingos de entonces, pero iré al kiosco a recoger los periódicos, me tomaré un cruasán -se escribe así- en el Rancho Grande e iré a mi casa a echarme, de donde probablemente nunca tenía que haber salido. Pero hay que mantener la marcha dominguera, digo yo, para que mi perrita mee junto a la bota del gendarme comprensivo.

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