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Si no me pagas, te pongo a parir

yer estábamos tres amigos comiendo en el Magnolia, dos hombres y una mujer. Mi amiga me dijo: “Te defiendo siempre, porque yo sé cómo eres y no me creo lo que dicen de ti”

Ayer estábamos tres amigos comiendo en el Magnolia, dos hombres y una mujer. Mi amiga me dijo: “Te defiendo siempre, porque yo sé cómo eres y no me creo lo que dicen de ti”. Insistí en saber lo que dicen de mí, aunque lo sé de sobra. “Pues dicen que si tus víctimas no te pagan las pones a parir en el periódico”. Y yo pensé en lo simple de esta creencia, que espero, por el bien moral de los maledicentes, que no sea generalizada. Y en lo vacuo de la calumnia, porque si fuera tan fácil el chantaje, se abonaría a él mucha gente. Hay un refrán, muy afortunado por su certeza, que dice: “Calumnia, que algo queda”. No tengo ninguna obligación de defenderme, y menos si soy inocente, pero si fuera verdad todo lo que dicen de mí pasarían dos cosas: a) que tendría por lo menos 150 años, porque con mi edad -70- no me hubiera dado tiempo de cometer tanta tropelía; y b) que sería millonario, cuando resulta que no tengo un puto duro. Estas son dos pruebas irrefutables de mi inocencia, aunque el rumor es viejo y me ha hecho daño. La persona que más he querido en este mundo -no conozco otro mundo- y que se fue hace justamente dos años, me comentó algunas veces: “¿Cómo pueden decir lo que dicen de ti?; yo te conozco y es imposible”. El precio de la fama, o si quieren de cierta notoriedad profesional, es muy jodido. Y, además, el destinatario de la calumnia tiene muy pocas armas para defenderse, porque si usas la pluma, como yo la estoy usando ahora, los calumniadores te dedican un conocido dicho latino: Excusatio non petita, accusatio manifesta (excusa no pedida, acusación manifiesta). Sólo la comida de ayer me ha animado, acaso por primera vez, a defenderme; porque soy inocente.

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