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Repúblicas carlistas catalanas

Con sentimiento canario, me considero catalán y vasco, madrileño y castellano, de todas las geografías donde se sitúa la nación española. Como europeo, soy alemán y francés, polaco y letón. Más por convicción que por la pasión que acompaña la nación cercana. Con la preocupación de estos días catalanes, donde un Gobierno sedicioso da un golpe de Estado creando la República Catalana, que suspende en 10 segundos. Hoy nos adentraremos en la Historia para entenderla. Hay quien ha llamado al actual conflicto la Cuarta Guerra Carlista, que sería la quinta con la Guerra de Sucesión, 1701-1713, donde aparecen los Borbones con Felipe V, liberales contra los tradicionalistas de Carlos de Austria. Con los Decretos de Nueva Planta desaparece la Corona de Aragón y los Fueros del Antiguo Régimen. Se unificó justicia, escuela y se abolieron las aduanas interiores. Vascos y navarros mantuvieron parcialmente sus fueros, por su fidelidad a Castilla.

En la Historia se producen a lo largo del XIX las conocidas Guerras Carlistas, movimientos contrarrevolucionarios de retorno al pasado, dios, patria, rey y fueros. La primera, 1833-1840; la segunda, 1846-1849, y la tercera, 1872-1876. Todas ellas centradas en Cataluña, País Vasco, Navarra y Aragón, por la recuperación de los antiguos fueros. En medio de esta última Guerra Carlista se produjo la I República Española, que duró entre 1873 y 1874. Se repite circularmente el asunto de la plurinacionalidad, con su presidente Pi y Margall, con su Constitución no aprobada de 1873. Murió el régimen bajo la tercera Guerra Carlista, la Guerra de Cuba y la Revolución Cantonalista, derivada de su plurinacionalidad ingobernable.

El desastre de 1898, con la guerra de Cuba y pérdida de las colonias, dejó a Cataluña sin sus mejores mercados, y aunó sus fuerzas ante la imagen de un Estado castellano moribundo, con un catalanismo en protesta generalizada. La lucha de sus grupos industriales se centró en presionar para que vía arancelaria se le reservara el mercado español. En el resto de España se creó una imagen de Cataluña egoísta, que veía al Estado castellano ejerciendo una hegemonía forastera que producía en Cataluña un sentimiento de ultraje, “España nos roba”. Pasados el reinado de Alfonso XII y luego de Alfonso XIII, nos colocamos en la Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1931, luego de la Guerra Mundial del 14 y la de Marruecos del 20. Prólogo de la caída de la Monarquía y llegada de la República en el 31.

El problema catalán vuelve a los conflictos de las Repúblicas Carlistas, arrastrados en la historia desde la llegada de los Borbones con Felipe V, nueve generaciones antes de nuestro Felipe VI. Dos problemas, la “nación como sujeto de la soberanía y con ello del Estado”. Las naciones múltiples rompen la soberanía y el sujeto nacional. Asociado, el viejo problema español del reparto territorial del poder y de la igualdad de deberes con la nación única. Felipe V, en 1700, con los Decretos de Nueva Planta, unificó justicia, escuela y suprimió las aduanas interiores. Problemas que volvemos a encontrar derivados del mal desarrollo de la Constitución de 1978. Azaña se opuso a dividir, en la Constitución de 1931, justicia y escuela. Corrigió el Estatuto de la República plurinacional de Cambó de 1931 y como presidente, en 1934, cortó el golpe de la República Federal de Companys en 24 horas. Franco, como Felipe V, mantuvo los fueros leales de vascos y navarros y reservó el mercado nacional a Cataluña. Ahora la actual directiva de servicios europea, la Bolkestein, no consigue unificar los 17 mercados internos. Las regiones forales, a las que aspira Cataluña, son las nuevas Repúblicas Carlistas, a las que nos regresan las contrarrevoluciones populistas. En contra la España y Cataluña liberales, emprendedoras, europeas y globales, que huyen del corralito catalán.

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