por qué no me callo

Ricos de turismo y pobres de solemnidad

La pobreza es un problema planetario y estas serían las islas del planeta de los pobres. La respuesta del comisionado ad hoc en el Parlamento cuesta digerirla sin temor a arcadas, descartadas las carcajadas en un tema que exige un tono circunspecto. Hoy la Cámara podrá ponerle al Gobierno la cara colorada, como pedía Cáritas en nuestra edición del domingo, con acciones “contundentes”. Entre los pobres oficiales que jalonan las garitas excluyentes de la calle, figura mi amigo Andrés Expósito, doctorado en indigencia y otras ramificaciones, que daría una teórica al Ejecutivo sobre los métodos caseros para aliviar este drama sin necesidad de esperar al cambio de modelo productivo, que fue la añagaza del presidente antes de la boutade del comisionado.

Clavijo preside las RUP y reprende a Europa por sus limitaciones. “Europa tiene que reinventarse”, reconviene el político lagunero a los dirigentes de Bruselas como si lo hiciera Trump desde la Casa Blanca, con la petulancia de un perdonavidas . Pero cuando se es presidente de la comunidad campeona de España y sexta de Europa en pobreza y exclusión se pueden dar pocas lecciones. Nada impide -salvo un mínimo pudor- parapetarse tras un índice de felicidad inverosímil como en ocasiones aparenta nuestro Gobierno, al estilo de aquel rey de Bután. Dejar que la pobreza se arregle por sí sola como una plaga ecuménica, o como las microalgas, cual excrementos del cambio climático y así todo por el estilo: la violencia de género, ese infierno de los matrimonios mal avenidos, sin solución terrenal; los salarios bajos, como condena bíblica por vivir del turismo y carecer de industrias como el País Vasco, etc., etc. El presidente tira balones fuera, pero a veces se mete goles en su propia portería. Poco cuesta imaginar a Juncker y Macron escuchando su diatriba sobre el diseño de la UE en un mundo desigual, preguntándose quién es este presidente de islas tan sobrado, dando consejos de estadista por encima del bien y del mal. Semos ultraperiféricos, tengamos la fiesta en paz. La pobreza era uno de los objetivos del milenio y ahora es uno de los 17 objetivos de Naciones Unidas para 2030: erradicar la pobreza extrema. Los gobernantes canarios no se han enterado ni antes ni ahora, y a este paso las islas Canarias serán etiquetadas como el paradigma del problema que convoca a 193 países en el mundo. No estamos para sacar pecho, sino para tragar sapos, porque alguien debe responsabilizarse de este farolillo rojo, con el mayor presupuesto de la historia para 2018 (más de 8.000 millones) y los mayores récords turísticos alcanzados. Canarias, como oxímoron económico del siglo XXI -de un lado, batiendo récords de visitantes y del otro, liderando las estadísticas de la pobreza- es un insulto a la inteligencia, una caricatura de economía en la chepa del primer mundo. Si volvieran por estos lares -de regreso de sus tumbas en el día de difuntos- los filósofos cosmopolitas del siglo pasado, como Unamuno o Bertrand Russell, que llegaban a estos peñascos atraídos por su mitocracia, queriendo comprobar con sus propios ojos si Plinio y Hesiodo tenían razón sobre estas islas afortunadas…, no sabríamos dónde meternos.

Un día, el Gobierno desempolvará el paraíso. Pero en el ocaso de las estadísticas de la miseria, haría bien hoy el Parlamento en poner los puntos sobre las íes. Canarias salió mal parada hace tiempo, aunque la EPA nos diera una reciente palmadita, pues no hay peor parado que el que trabaja y no sale de pobre porque le pagan cuatro perras. Los peores son los pobres con empleo, porque son los pobres invisibles. Malimpriado, se dice en canario queriendo decir con lástima mal empleado. Cataluña habrá pinchado el globo de su economía con la estampida de las empresas. Pero Canarias hizo crack hace tiempo sin tomar conciencia hasta ahora y da penita cada vez que sale un informe y nos deja con las vergüenzas al aire.

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