el charco hondo

AGG

Hay vidas que resumen décadas, trayectorias que explican el tiempo -político, social..- en el que transcurrieron. Hay historias individuales que nos descifran etapas colectivas. Hay personas que nos ayudan a desnudar el contexto que los acunó. Hay frases sueltas, anécdotas, alegrías, susurros, penas, alusiones y escenas que ponen letra, rostros, música y olores a la novela que protagonizan padres, primos, tíos y hermanos, o parientes que los años acercan y alejan. Hay nombres que siempre han estado ahí, en las sobremesas familiares, antes o después del café, flotando en las cocinas y salones de los mayores mientras los más pequeños, yo entre ellos, corríamos escaleras arriba o abajo, entrábamos o salíamos. Hay personas que, como pasa con Antonio González González, ayudan a explicar la vida de mis padres, y en consecuencia en mayor o menor medida también la de mis hermanos y primos, o la mía. La niñez o adolescencia de AGG facilita la comprensión de la vida de mi madre, unida a su madre tanto como lo estuvo mi abuela a la madre de Antonio González. El hijo del alma gemela de mi abuela ayuda a armar el pasado materno. La trayectoria personal y profesional del científico resume su tiempo, que lo fue el de tantas familias que, como la suya, se vieron obligadas a nadar contra la corriente braceando con coraje, talento, amor propio y dignidad, años en los que, como fue el caso de AGG, muchos perdieron la guerra pero jamás se rindieron. El primo de mi madre ayuda a explicar a mi propia madre y a los suyos. El científico nos recuerda que durante décadas en este país la excelencia debió abrirse camino como los barcos sobre bloques de hielo. El reconocimiento académico de Antonio González se explica solo, pero su recorrido familiar refuerza el mérito que empapa sus logros. El primo explica al sabio. El sabio engrandece y sitúa a la ciudad y a la isla. La Casa de la Cultura de Los Realejos lo ha homenajeado estas últimas semanas. También hoy. Especialmente hoy.

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