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Desafección

La desafección ha sido tradicionalmente una de las virtudes hispanas. Con ella se manifiesta indiferencia, oposición o juego contrario

La desafección ha sido tradicionalmente una de las virtudes hispanas. Con ella se manifiesta indiferencia, oposición o juego contrario. Se soporta en la falta de asunción responsable de derechos y deberes, por parte de las sociedades y de las propias personas, que mantienen sus distancias respecto de su sociedad política, la cual al tiempo sólo le pide ser destinataria del presupuesto y del ejercicio político reducido a votar cada cuatro años a su favor. De todos es conocida la desafección del régimen franquista en la posguerra española, o durante la guerra civil, la de los republicanos desafectos al régimen de Moscú. En Sudamérica ha sido un fenómeno extenso, ligado a los regímenes totalitarios, peronistas, cubanos, chavista-maduristas, etc., que, incapaces de integrar sus sociedades civiles, las rompen al enfrentarlas. Como en Cataluña hoy.

La Constitución vigente del 78, hoy en desafección, ha permitido en sus casi 40 años, realizar la etapa de mayor desarrollo social y económico de la historia española. Realizando una labor de integración, el consenso nunca visto hasta entonces y que ha sido modelo mundial para abordar los cambios de sistema, especialmente en los ámbitos hispanos. Nada que ver con la Constitución frentista de la II República de 1931, que fue, según su redactor, Jiménez de Asúa, una Constitución de izquierdas, en cuya letra se escondía el trauma de la Guerra Civil. Aun así negó el federalismo, al recordar su mala experiencia en anteriores constituciones hispanas. Mantuvo la enseñanza centralizada, con la obligación del español en todas las regiones. Esta Constitución no la votó el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, ni 98 diputados de los 474 de la Cámara única.

La crisis de la globalización trajo a España la desafección de las clases medias abandonadas, traducida en la aparición de dos nuevos partidos nacionales, a izquierda ambos de los dos dominantes. Hemos visto estos días el Informe sobre la Constitución, de los 10 catedráticos, para mejorar sus disfunciones. Preocupante la desafección con que asumen el encargo, sin entrar en el fondo de la cuestión. Lo primero, situar el objeto de la soberanía, la de todos los españoles. Se diluyen en el discurso del federalismo y la clasificación de competencias, hundidos en la plurinación. Plantean el refuerzo de la “singularidad catalana” y la cesión de los “impuestos ambientales”. Mecanismo perverso, porque su abuso fragmenta el mercado único y destruye la seguridad jurídica. Al igual que hacen los regímenes forales, fósiles de las Guerras Carlistas, incompatibles con el derecho europeo y sujetos al chantaje nacionalista. Mientras no se corrijan con la Constitución, el cálculo del cupo no puede ser mágico, ni perverso, ni insolidario. Desafección en las escuelas de adoctrinamiento nacionalista, donde reescriben historia y geografía e inoculan desde temprana edad los virus del conflicto de la convivencia.

En el mismo rango el idioma, donde España es el único país del mundo donde no se enseña, ni pueden anunciarse los comercios en su lengua principal; conflicto derivado a la bandera y al himno, sin letra. Enfrentados con la 5ª República Catalana, el problema será gestionar el día después, gestionar los distintos niveles de desafección. Reciclar las viejas estructuras de los nacionalismos populistas, incapaces de reaccionar a la globalización y avanzar desde un capitalismo de amiguetes al 3% hacia un capitalismo democrático. El mayor problema, la desafección de la sociedad civil, alejada de la política. La deriva del sistema hará crónicos los problemas.

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