domingo cristiano

Dios con olor a humano

Desde una atalaya, un rey otea el horizonte y contempla la extensión de sus dominios. Son muchos sus súbditos. Y mucha es la tierra que habitan. Es un gran rey y lo sabe. Quizá, incluso un buen rey. Aunque… no es suficiente, porque desde una torre sólo se conoce el mundo desde arriba, a bulto, sin detalles, sin profundidades, sin sus matices gloriosos y sus aristas dolorosas. El mundo visto desde arriba es un mundo sobrevolado, es como surfear sobre su realidad sin llegar nunca a bucear en ella.

Hoy celebra la Iglesia la fiesta de Jesucristo, el Rey del Universo. No me gusta el nombre, que seguro que tuvo una razón de ser en su día, pero que hoy evoca una realidad política no compartida por todos y criticada por algunos. A mí la monarquía no me molesta y hasta me parece una forma de organizarnos tan buena como otras, pero no me motiva lo de llamar a Jesús “Rey”, por aquello de evitar las alusiones. Es cuestión de gustos.

Porque lo cierto es que el reinado de Dios sobre el mundo en nada se parece a los reinados de esta Tierra, ni siquiera a los más justos y equilibrados. Insistiendo en el aparente escándalo de la cruz, la forma en la que Dios reina sobre el universo es convirtiéndose en servidor de los hombres. No cualquier tipo de servidor ni comprometido con cualquier causa, Dios se presenta a sí mismo como el que se emplea a fondo en lograr la felicidad de cada ser humano. Usando una imagen que conocían bien los pastores, el profeta Ezequiel ilustra cómo reina Dios: “Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar”.

Cuidar, liberar al cautivo, alejar los oscuros nubarrones. Así entiende Dios su relación con los hombres, a quienes les propone su amistad sin violentarlos. Para que cada uno recorra el camino que conduce a él a su ritmo, sin imposiciones que conviertan la fe en una coacción. Para que todos lleguen a él, a veces sin darse cuenta. Por si queda alguna duda, insiste el profeta en nombre de Dios: “Buscaré la oveja perdida, recogeré a las descarriada, vendaré a las heridas, fortaleceré a la enferma”. Buscar, recoger, vendar, fortalecer, sanar… Ése es el reinado de Dios sobre el mundo.

Es cierto que Jesús es el Rey de Universo, porque todo cuanto existe huele a amanecer y no a muerte. Es verdad que el destino de la Humanidad es la luz, y no un día de oscuros nubarrones. Esto es lo que nos toca a los creyentes recordarle al mundo, abriendo de par en par las puertas de la comunidad sin reparos. Las preguntas vendrán luego.

En realidad, lo que hoy celebra la Iglesia es que el futuro no lo escriben las oscuras apariencias, sino que lo sostiene la presencia de Dios, que es un Rey que no contempla la ciudad desde su atalaya, sino que se ha mezclado con los hombres para salvarlos del error de la desesperanza y el sinsentido. Así, sí. Así Dios es Rey, oliendo a lo humano.

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