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Encuentran restos de cerámica, fuego y animales en la Cueva de Bencomo

La limpieza del BIC ‘desenterrado’ por DIARIO DE AVISOS permite hallar más de 200 piezas en una primera excavación y datos no documentados, como paredes labradas que datan de la época aborigen
La consejera insular de Patrimonio, Josefa Mesa, y dos de los arqueólogos de la empresa Prored visitaron la cueva acompañados de DIARIO DE AVISOS. SERGIO MÉNDEZ

La primera y única exploración realizada hasta ahora en la Cueva de Bencomo ha dado resultados inesperados, ya que en una pequeña excavación de apenas 12 centímetros de profundidad, donde se pensaba que no podía haber suelos de ocupación, los arqueólogos de la empresa Prored, encargada de acometer los trabajos, encontraron restos de cerámica, animales y hogueras -identificadas por el color negro del suelo-, dientes de cochino y cabra, lapas y paladares de pescado, además de obsidiana y cuentas de collares. Solo de ese espacio salieron más de 200 piezas, que fueron perfectamente clasificadas para poder ser analizadas.

Sin embargo, este no fue el único hallazgo en el Bien de Interés Cultural (BIC) ubicado en La Orotava y, según la tradición, residencia de Bencomo, penúltimo mencey de Taoro y protagonista destacado de la Conquista de Tenerife. La limpieza que se acometió en el lugar, convertido en las últimas décadas en un corral de cabras, revela datos que hasta el momento no habían sido registrados en ningún documento o texto. El más llamativo, las paredes y el acceso con los bordes muy labrados y trabajados, algo imposible de formarse de manera natural.

En la puerta también aparecieron dos cazoletas ubicadas en el suelo y en el techo, que sugieren la instalación de dos ejes como posible cierre de la cavidad, ya sea con madera o elementos vegetales. “Lo que está claro es que está labrada para sellar el acceso”, señala Carlos García Ávila, uno de los arqueólogos de Prored, quien añade que “después de la Conquista no se ha documentado que se haya labrado una cueva para guardar cabras o alimentos”.

El joven profesional asegura que en Tenerife no se ha visto nunca algo así, y por eso sería aconsejable realizar un estudio más profundo para determinar si los impactos del labrado están hechos con piedra o con metal.

García Ávila y su compañero Efraín Marrero Salas realizaron ahora una visita a la cueva junto con la consejera insular de Patrimonio, Josefa Mesa, y DIARIO DE AVISOS, un día antes de que se instalara la puerta para impedir el libre acceso, la presencia de ganado y para proteger los valiosos elementos encontrados.

La Cueva de Bencomo está formada por dos oquedades naturales basálticas unidas por un pasadizo, a las que se entra por un acceso común muy estrecho. La parte más interesante está en la segunda cavidad.
Otra cosa que llama mucho la atención en esta última son dos huecos laterales situados en una de las ventanas, a la misma altura, con el fin quizás de pasar una o dos varas de madera, colgar objetos o aislarse y taparlo con elementos vegetales.

La cerámica encontrada “es un poco peculiar, de muy buena calidad, y tipológicamente se corresponde con la cerámica doméstica y de recipientes grandes, explica Efraín. Ello les hace pensar que la función de la cueva no haya sido tanto de habitación como de almacenaje.

Mapa en el hotel Taoro

Estos descubrimientos han sido casi inesperados, ya que la documentación de la que se disponía hasta el momento indicaba que en la cueva no había nada. Por lo visto, en el hotel Taoro del Puerto de la Cruz existía un mapa en el que se les mostraba a los turistas como una opción para visitar, les orientaban para llegar hasta allí y estos se llevaban cosas: “Por eso nadie esperaba que pudiera aparecer algo, porque estaba muy expoliada”, sostiene Carlos.

Su compañero aclara que el común de las personas no se llevan los objetos con metodología arqueológica, y por eso se está a tiempo de hacer un registro y sacar información.

Además, se puede ver la firma del cronista y exalcalde portuense José Agustín Álvarez Rixo en una de las rocas de la parte alta, casi llegando al techo. Escrito con almagre, un óxido rojo de hierro que se emplea en la pintura como colorante, se lee también la fecha: 1837. Mucho se había dicho de la presencia del polígrafo en el lugar y hasta el momento no había podido ser confirmada, “pero al verlo nos dimos cuenta de que había estado allí”, señala Efraín.

En dos ocasiones, estando ellos allí se humedeció la piedra, posiblemente por los pozos de las viviendas cercanas. El hecho de que se mantenga les hace pensar a los arqueólogos en la necesidad de aplicarle algún material para conservarla. Sorprende asimismo ver aislamientos pequeños dentro de un aislamiento mayor, que quizás sirvieran para guardar distintos productos, desde pieles hasta higos secos. “Esto es un palacio para un cabrero”, bromea Carlos. Hasta hace un par de meses, y durante 30 años, el BIC estuvo dejado de la mano por parte de las Administraciones y sin ningún tipo de protección, hasta que DIARIO DE AVISOS desveló el estado de abandono y la importancia inaplazable de su recuperación. La apuesta firme y decidida de la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias para convertirla en el primer museo de sitio de Tenerife obligó a poner en claro diversos aspectos de este tesoro arqueológico: el primero de ellos, determinar su emplazamiento exacto, ya que existían dudas sobre si pertenecía al municipio de Santa Úrsula o al de La Orotava.

El segundo paso fue contactar con sus propietarios, los herederos de Juan Bautista Hernández, que hasta el momento habían sido ignorados por todas las instituciones públicas.

El tercero, la limpieza del lugar, convertido en aprisco para el ganado. Esto último sirvió para enmendar una injusticia patrimonial y empezar a hablar de un proyecto futuro. Los trabajos se iniciaron en agosto, culminaron recientemente y se dividieron en dos partes: la primera de ellas duró unas tres semanas y consistió en retirar la cantidad acumulada de estiércol durante cinco siglos, que formaba en la cueva una especie de alfombra.

Sedimentación

A continuación, se llevó a cabo la exploración arqueológica. Previamente se realizó una cata para ver si aún quedaba algo de sedimento, ya que a mediados del siglo XX, cuando Luis Diego Cuscoy entró en la cueva, dijo que no tenía nada en superficie y apenas había sedimentación.

Contrariamente a lo afirmado por el padre de la arqueología tinerfeña, se encontró sedimento, y del bueno, con bastantes carbones y algunos fragmentos de ictiofaunas (restos de pescado). Al tener tanta cantidad de estiércol, el suelo expulsa sales, tal y como se comprobó in situ.

A pesar de todos estos descubrimientos, los arqueólogos no se atreven a afirmar que la propiedad fuera del Mencey Bencomo, como se documentó históricamente, y consideran que hay que estudiar muy bien los usos del suelo que queda para definir si eran de almacén, que todo apunta a ello, o de dormitorio. No obstante, los restos de hogueras pueden indicar que se utilizaba como habitación y, por lo tanto, no se puede descartar el uso doméstico.

Todo dependerá de si las instituciones deciden seguir investigando para concretar el proyecto del museo de sitio y saldar una deuda con la historia de la Isla. Y todo apunta a que así será.

Retiran 1,6 toneladas de estiércol repartidas en sacos de 30 kilos

Los arqueólogos de Prored, a los que se unió Ithaysa Abreu, confiesan que antes de acometer la limpieza de la cueva el olor era nauseabundo y no podían pasar más allá del hueco de entrada. El interior no se veía debido a la cantidad de estiércol acumulado, sobre todo, desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, mezclado con restos de metal y plástico, que requirió la utilización de líquidos especiales para poder retirarlo. En total, sacaron 1.600 kilos, repartidos en sacos de 30 kilos.

Los trabajos no fueron sencillos por varios motivos, entre ellos, el intenso calor, que obligó en una ocasión a suspenderlos, y el traslado de herramientas de gran peso, pero indispensables a la hora de realizar las tareas, como un motor para alumbrar la primera estancia y los focos, para obtener fotografías del suelo.

Otra de las dificultades fue sacar a hombros los sacos de estiércol hasta la primera parte de la escalera, instalada específicamente para esta actuación, junto al vallado del perímetro.

Una vez limpia, en el suelo de la vivienda guanche se instaló material geotextil para evitar pisar las marcas topográficas colocadas y los puntos que luego permiten recrear el suelo en tres dimensiones en el ordenador.

La cueva tiene bastante información y, por ello, también con técnicas fotométricas, los arqueólogos quieren rastrear las paredes para que se vean las partes labradas, “ya que son el verdadero tesoro” del lugar.

“Ha sido un premio hallar todo esto”, dicen los arqueólogos

Efraín Marrero y Carlos García están felices y muy satisfechos por el trabajo realizado. “Es un premio haber encontrado todo esto”, dice el segundo. No obstante, ambos son conscientes de que queda mucho por hacer, pese a que los avances que se han logrado han sido importantes, porque ha supuesto un esfuerzo muy grande y, al mismo tiempo, permiten seguir profundizando en los estudios. En la misma línea se pronuncia Josefa Mesa, quien añade que el Cabildo “ha cumplido” con la recuperación y la limpieza de la cueva, “pero la alegría es mayor, porque el resultado ha sido más satisfactorio de lo que inicialmente se pensaba”. El compromiso es hacer una excavación más profunda no solo del BIC, sino también de los alrededores.

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