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Harto de lo catalán

Mi hartazgo de lo catalán ha hecho que me alegre de que a Barcelona no le hayan concedido la sede de la Agencia Europea del Medicamento. Estaba haciendo fuerzas para que la dejaran sin ella, porque no se lo merecen ni los gobernantes catalanes, ni la alcaldesa, ni la mitad de la población. Se apoyan en España cuando les interesa y le dan patadas a España cuando no les interesa. Pues me alegro de que la sede futura de la Agencia se haya ido a Ámsterdam, que es una ciudad tolerante, donde ningún mendrugo se considera secesionista y se inventa una república. Las instituciones europeas siempre van a lo seguro, no les gustan las revoluciones internas, mentirosas y absurdas y menos las de unos pocos que tienen engañado a medio mundo. A ver cuándo desaparecen de la política estos tiparracos, los fugados y los otros, que han sumido en el caos a su propia tierra, que han estafado al Estado y que han enloquecido. Lo del payaso Puigdemont en Bélgica no tiene nombre. Es el hazmerreír del mundo entero, defendido por un abogado de etarras, al que nadie sabe ni lo que se le paga ni quién le paga, y vagando por Bruselas como un idiota, sin dar palo al agua. Este es el dirigente que aspira a presidir una república de juguete, en la que él mismo se mueve, como una marioneta, con hilos que tiran personas mucho más listas (aunque empiezo a dudarlo) como los Pujoles, presuntos ladrones, y Mas, delfín del enano malvado. Me alegro, repito, de que la agencia se haya ido a Holanda y me considero mucho más holandés que catalán, aunque quien ejerce ahora de catalán errante sea el de la melena, vago irredento que camina con una mochila por Europa como si hiciera el camino de Santiago. Ay.

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