santa cruz

El número de personas sin hogar en Santa Cruz alcanza el medio millar

En los últimos cuatro años las cifras de población sin una vivienda se ha mantenido en la capital aunque los afectados por la alta exclusión, gente con casa pero sin dinero, sí que se han ido incrementando
Foto de SERGIO MÉNDEZ

No hay un único motivo que lleve a una persona a vivir en la calle. Tampoco dos o tres. Son múltiples factores los que, combinados de manera catastrófica, hacen que, en estos momentos, existan entre 400 y 500 personas en alta exclusión o sin hogar viviendo en Santa Cruz. Esa diferenciación de términos, tal y como explica el consejero delegado del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS), Javier Gutiérrez, obedece a que, lamentablemente, la crisis económica ha alterado el término tradicional de personas sin hogar. “Ya no hace falta no tener casa para estar en alta exclusión. En el Centro Municipal de Acogida (albergue), en los servicios de día, atendemos a muchas personas que tienen casa pero una pensión ínfima con la que no pueden vivir y acuden aquí a comer o a usar los servicios del centro”. Admite Gutiérrez que a los factores tradicionales como son los de la muerte de un familiar, una enfermedad, una separación, problemas de salud mental o consumo de drogas, se suma “el empobrecimiento económico”. “Esta situación hace más difíciles las relaciones, muchas de las cuales terminan en separaciones, con lo que se pierde el apoyo familiar y en algunos casos lleva a desahucios y de ahí a la calle”.

Ayer, el Centro Municipal de Acogida, acogió una jornada de puertas abiertas con motivo de la semana dedicada a las personas sin hogar. Hubo música, talleres, actividades de distinto tipo, todo con el objetivo, explicó Gutiérrez, de que se identifique como un gran centro social. “Queremos interaccionar con la sociedad porque esa es la mejor forma de que nuestros usuarios retomen el camino de la normalización”, explica Gutiérrez.

Y es que hay tantas soluciones como personas. Este año, hasta la fecha, por las 100 plazas con las que cuenta el albergue han pasado 462 personas distintas. El Centro de Día ha atendido a más de 800. Unas están dos días otras dos meses o dos años. “Todo depende de la situación que arrastren. Por lo general, una persona tarda más en salir de la calle que lo que tardó en llegar a ella. Estamos hablando de un largo proceso. Nadie se convierte en una persona de alta exclusión de un día para otro”.

Insiste Gutiérrez en que, aunque la gente en general pueda pensar que alguien que está en la calle no está atendido o controlado, “no es así”. “Nosotros tenemos registro de todas las personas que están en esta situación en el municipio. Las que están aquí en el CMA, las que están en asentamientos como el del Pancho Camurria, viviendo en el barranco o directamente en la calle. También las que están acogidas en otros recursos como los de las entidades del tercer sector como Cáritas o Cruz Roja las tenemos controladas. Ese es un trabajo de coordinación que estamos logrando gracias a la comisión técnica de personas sin hogar en la que estamos todas las entidades representadas”.

Recuerda el consejero delegado del IMAS, que también es trabajador social, que “no podemos imponer nada a nadie. Siempre son los usuarios lo que deciden lo que quieren hacer y hasta dónde quieren llegar. Nuestro trabajo consiste en decirles las posibilidades que tiene y saber qué es lo que quieren hacer”. “Cuando conseguimos que alguien salga de la calle es una satisfacción muy grande para todos nosotros pero, lamentablemente, no siempre se consigue”, detalla. El año pasado lo consiguieron 71 personas. La mayoría tenía más de 65 años. “Este es un colectivo que nos preocupa especialmente y con estas derivaciones a residencias y pisos específicos, tenemos la tranquilidad de que no van a volver a la calle, eso es lo mejor”.

Insiste Gutiérrez en que cada persona es un mundo. “Necesitan de atención específica. Nosotros tenemos tantos expedientes como personas sin hogar y los procesos son más o menos largos. Cuanto más tiempo pasan en la calle, por ejemplo, mayor es el deterioro y más nos cuesta arrancarlos de esa situación y tratar de normalizarlos”.

Primeros pasos

Para la gente que está en la calle, explica Gutiérrez, el trabajo de la Unidad Móvil de Acercamiento (UMA) es vital. Se localiza al afectado y se atienden sus necesidades más básicas, se le informa de los recursos. “Si conseguimos que vengan al CMA empezamos el trabajo de inserción con ellos. Si un día vienen a comer, otro a ducharse y otro solo a pasar el rato, es para nosotros el inicio de un proceso con el que, poco a poco, vamos dando pasos para generar una confianza que finalmente nos permita trabajar con ellos en otros recursos”.

El perfil de las personas sin hogar ha variado muy poco en los últimos años. En el 80% de los casos sigue siendo el de un hombre, de entre 55 y 65 años, con origen en el municipio en el 30% de los casos, seguidos por los procedentes del resto del territorio español, de la UE y de fuera de Europa. Admite Gutiérrez que esas pequeñas variaciones tienen que ver con la población más jóven. “Tanto el año pasado como este, detectamos un incremento de jóvenes en situación de alta exclusión”. Por eso, recuerda, se puso en marcha un piso para jovenes sin hogar. “Se trata de una población con la que es mucho más fácil trabajar y de recuperar, bien porque se normalizan con trabajo y un hogar o porque vuelven con sus familias”. De nuevo, la crisis económica y la pérdida de empleo está detrás de estas situaciones de exclusión. “Muchos se independizaron pero se quedaron sin trabajo. Algunos no quieren volver a casa y se ven en la calle”, detalla el consejero delegado.

Gutiérrez defiende la diversificación de recursos que ha puesto en marcha el Ayuntamiento. “Gracias a los distintos niveles de atención podemos ir avanzando”. El CMA no es sitio para familias, jóvenes o mujeres solas, reconoce Gutiérrez.

TE PUEDE INTERESAR