reflexión

Todos los santos

Hemos de afirmar que tienen razón. Todos los santos son difuntos y, esperamos que la misericordia divina nos conceda que todos los difuntos sean santos

Hemos de afirmar que tienen razón. Todos los santos son difuntos y, esperamos que la misericordia divina nos conceda que todos los difuntos sean santos. Tal vez sea por este motivo que la Liturgia coloca la fiesta de todos los santos y la conmemoración de los fieles difuntos en días correlativos, el 1 y el 2 de noviembre. De una o de otra manera, en estas fechas hemos tenido en cuenta el horizonte de la vida y la realidad de la muerte. La temida y siempre sorprendente realidad de la muerte. Por-que hay muchas incertidumbres en la vida…, pero de lo que nadie duda, porque es la gran certeza, la inevitable certidumbre, es que todos, de una manera o de otra, en un momento o en otro, todos vamos a atravesar los umbrales de la muerte.

Es normal que se despierte el miedo, que queramos dominar el momento aliviándolo con la broma y el humos, de disfracemos la muerte de fiesta, de truco y trato, porque genera en nosotros un estado de incógnita, de sospecha, de temor… En el Carta a los Hebreos, el autor, hablando de Jesús y del hecho de que compartiera nuestra vida y nuestra muerta, afirma que gracias a ello nos ha liberado de este miedo: «Por tanto, (…) así también participó él de las mismas (…) y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud» (Heb 2, 14-15).

Yo no quiero pasar la vida como un esclavo. Pido con frecuencia que el Señor me arranque el temor a asumir la realidad de la vida en toda su integridad. Soy consciente de que no es fácil este salto en el vacío, porque nos exige una confianza a la que nos estamos acostumbrados. Pero existen motivos firmes y creíbles para este arrebato de confianza. Hay rostros que no confirman que lo que mi co-razón barrunta es cierto. Por eso la vida es un regalo digno de ser vivido, porque se atisba el hori-zonte de lo pleno.
Aquellos a los que hemos recordado estos días, bien porque la Iglesia los considera santos, bien porque la Iglesia ha pedido por ellos, han atravesado ya la frontera de esta esperanza atisbada y ba-rruntada. Entre creer y no creer se levanta una frontera tenue. «Y si sí», o «y si no». La incertidum-bre nos toda a todos, porque todos estamos tentados de esclavitud.

Que sí. Que estamos invitados a la mesa de los santos…

@juanpedrorivero

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