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El agua y las palabras inundan Los Silos

El Festival Internacional del Cuento reflexiona sobre la importancia del líquido elemento en la literatura y en la vida; la novedad este año es que muchos actos se celebran en la naturaleza
Festival Internacional del Cuento de Los Silos. | SERGIO MÉNDEZ

Es inodora, incolora e insípida pero indispensable para la naturaleza y para la vida. También para la literatura, que como símbolo sirvió de inspiración a poetas como Jorge Manrique, a la que hace referencia en sus versos, o autores tan diversos como Ernest Hemingway en El viejo y el mar; Jorge Luis Borges en el cuento Juan López y John Ward sobre la guerra de Malvinas; hasta el canario Alberto Vázquez Figueroa, para el que siempre ha sido una obsesión y así la retrata en El agua prometida.

En Moby Dick el agua es escenario de la novela mientras que en El Danubio, de Claudio Magris el río es un elemento articulador entre los pueblos de Europa central en contra de los nacionalismos que tanto daño causaron e impidieron el desarrollo de muchos de ellos.

El Festival Internacional del Cuento de Los Silos, inaugurado oficialmente el martes y que se desarrollará hasta la medianoche del sábado, está dedicado este año al agua con una doble perspectiva: los personajes y los símbolos que emanan de ella, y como una llamada de atención a la humanidad. Porque sin este preciado líquido no hay naturaleza ni vida y por lo tanto, hay que cuidarlo.

Y así lo han entendido los vecinos de Los Silos que un año más se han involucrado en la ambientación del pueblo. Paraguas colgados en los balcones, gotas de lluvia que inundan los callejones, pozos de agua, e imágenes del dios Neptuno y de sirenas, demuestran que en estos días el municipio está desbordado por el agua y las palabras, una manera de invocar la ansiada lluvia que nunca llega.

En la plaza Nuestra Señora de La Luz los organizadores del festival han reproducido un molino de agua que es el atractivo de los más pequeños. También hay una réplica de la Casa del Caudal, situada en la montaña de Pina, en la bifurcación de las aguas que vienen de una gran galería. Un inmueble emblemático en el pueblo ya que los niños soñaban que allí había enanos, recordó el director del Festival, Ernesto Rodríguez Abad.

Una de las principales novedades de esta XXII edición ha sido sacar los actos a la naturaleza. Los antiguos lavaderos del barranco del Agua, construidos en 1924 para que la población lavase allí su ropa, ciertas cuevas y espacios en el monte, son los lugares elegidos para desarrollar las distintas actividades, a los que se suman otros ya tradicionales como la plaza, los exteriores de la iglesia, la sala del centro de salud, el IES Daute, o el antiguo convento de San Sebastián.

“Me emocionan mucho los lavaderos, porque hablar de las mujeres lavanderas es reivindicar ese mundo femenino que suele estar en el olvido. Mujeres que se dedicaban a las labores domésticas, o a oficios muy duros para poder sustentar a su familia”, sostuvo el director, quien defendió que el festival “tiene, debe y quiere” comprometerse con este tipo de colectivos. Él mismo se encargó de cautivar allí al público con cuentos que invitaban a la reflexión sobre el papel femenino en la sociedad. Ramón ‘preocupón’, El canto de las ballenas o Mariquilla fueron algunas de las narraciones.

Rodríguez Abad repartió a sus oyentes unos calcetines como homenaje a las lavanderas del lugar, en cuyo interior había escondido un pequeño relato que reforzaba sus narraciones.

Esta fue solo una de las sorpresas del festival. Todavía quedan tres días intensos de cuentos de miedo, en familia, maridados con catas, rondas de narradores, y talleres. Y sobre todo, de muchas palabras en las que el agua es la principal protagonista.

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