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Infeliz Navidad

A mí la Navidad me produce náuseas, porque no tengo muchos motivos para que despierte en quien escribe una alegría desbordante

A mí la Navidad me produce náuseas, porque no tengo muchos motivos para que despierte en quien escribe una alegría desbordante. En la Navidad se recuerda más a los muertos que a los vivos; y esas efusiones sin fin de los vivos son sólo producto del miedo, no de la alegría. Uno no está más alegre porque se emboste a comer y a beber. Sobre todo porque en enero seguirán llegando las cartas negras de Hacienda y volverá la vida real, con más impuestos incluso, si siguen gobernando los mismos. A lo mejor resulta que teníamos la solución delante, como en los problemas de matemáticas del bachillerato, y no la veíamos. Puede que el centro-derecha moderno y con ganas sea Ciudadanos, que ha hecho la machada de ganar en Cataluña. Una joven charnega, al menos de origen, ha derrotado al Gordo y al Flaco. Eso no es fácil, pero Inés Arrimadas lo ha conseguido, en Navidad. Inés Arrimadas habla bien, no se corta y dice lo que tiene que decir, con mucho sentido.

Ha puesto en ridículo a los culés de la política y les ha ganado el pulso de la matraca, que ya es decir. La matraca se alimenta de mentiras, que el partido de Rivera ha desmontado, una tras otra. El bailarín sociata apenas ha subido y Albiol ha hecho el ridículo, no sólo por hablar con una papa en la boca, sino por el estilo. Es que el estilo es el hombre. Yo no voy a desearles a ustedes, desocupados y amables lectores, una feliz Navidad. Tampoco que sean infelices, Dios no lo quiera. Pero me voy a apartar del tópico porque ando un poco escarmentado, a esta mi ya avanzada edad. Vamos a ver lo que nos espera a los españoles en los próximos meses. Desconfíen.

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