tribuna

Juan Pino. El adiós a un hombre bueno

La muerte de Juan Pino Martín fue una sorpresa triste para sus múltiples amigos y un duro golpe para su familia que, en apenas unas semanas, pasaron por el diagnóstico de su grave enfermedad y su rápido desenlace. Recordamos ahora el carácter cordial y la impecable trayectoria profesional y política de un palmero que siempre puso en valor la cultura del esfuerzo y el compromiso con su tierra natal.

Juan Pino estudió el bachillerato en La Palma y, como muchos paisanos, se diplomó como perito mercantil en la antigua Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife. Posteriormente, se licenció con las primeras promociones de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna y opositó con éxito al cuerpo de técnicos de la Administración de la Comunidad Autónoma.

Entre otros puestos de responsabilidad desempeñó la Jefatura de la Delegación Tributaria de la Hacienda Canaria en La Palma, la Intervención Adjunta de la Consejería de Educación y Cultura y más tarde Interventor Delegado en la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación. Finalmente, y hasta su jubilación, desempeñó la Secretaria General del Diputado del Común, responsabilidad que asumió con eficacia y entusiasmo, en cuanto implicaba una relación directa con los ciudadanos para la defensa de sus derechos.

Participó en política a través de la Unión de Centro Democrático, asumiendo la secretaría insular del partido en la Isla de La Palma. Fue miembro fundador de la Agrupación Palmera de Independientes, integrada en las AIC y, desde 1995, en Coalición Canaria.

Desarrolló una activa participación en las tareas de la compleja implantación de la Administración Autonómica y una acreditada sensibilidad con la problemática de las islas no capitalinas que, con la democracia, pasaron a contar con justo protagonismo en el régimen de libertades que abrió la Constitución de 1978. En los años de la Transición, tuve la oportunidad de iniciar con Juan Pino nuestra amistad y una franca y eficaz colaboración que duró hasta su muerte.

Sus perfiles profesionales y políticos encajaban con sus valores personales, con la responsabilidad, la honradez y la voluntad de servicio en primer plano. Fue un amante de La Palma en toda la extensión del término y con énfasis especial de Tazacorte, su pueblo natal, donde alentó y cuidó amistades desde la infancia. Sus momentos plenos los buscó en el Puerto y en sus invariables aficiones a la pesca y las reuniones con amigos en el lugar con más horas de sol de Canarias.

En el momento de la despedida es justo recordar su pasión por la familia y de modo especialísimo, con su hija María – en circunstancias especiales de salud – con la que llevó siempre una entrañable relación y a la que animó en la aventura de escribir que ella cumplió con inteligencia, sinceridad y buen estilo.

Personalmente y como avancé antes, le reconozco una lealtad y una confianza absoluta desde el primer momento y que se mantendría durante las tres legislaturas en las que trabajamos codo con codo en la Consejería de Agricultura Pesca y Alimentación del Gobierno de Canarias, lo que nos llevó a una amistad que permaneció siempre.

En estas horas de cambios acelerados, de formas nuevas y de nuevas exigencias, parece necesario recordar y elogiar su escala de valores que, en los ámbitos profesional y personal, cumplió con ejemplar precisión, tanto con quienes le conocimos y tratamos como con su desconsolada familia.
A su esposa, María Brumberge y a sus hijos Felipe, Dácil, Diana y María, nuestra cercanía y sincero afecto; a la memoria de Juan Pino Martín, el respeto y la gratitud que se debe siempre a los hombres buenos y a los amigos leales que nos hacen mejores a todos.

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