despuÉs del paréntesis

Los amos

La historia parte de Dostoievski, la confirmó Nietzsche y tiene mucho éxito porque aporta beneficios sustanciales a las relaciones de poder

La historia parte de Dostoievski, la confirmó Nietzsche y tiene mucho éxito porque aporta beneficios sustanciales a las relaciones de poder. Dice que hay dos clases de hombres: los que sirven y los servidos. Tal principio se muestra como absoluto en los textos que lo contienen, en la inquietante Crimen y castigo del ruso y en El anticristo del alemán. Y te planteas, ¿quién decide el orden de los factores, por qué este amo frente al otro esclavo? Dos puertas de salida. Una, truco de escritores, porque Nietzsche mató a Dios y hablar del sacro Raskolnikov es anatema, por lo menos hasta la conversión final del protagonista por lo que todo se ajusta. Dos, copia del real, en tanto pululan por este mundo iluminados que pretenden transgredir sin pena escachando a los otros. Por lo segundo, suena Hegel, más perverso que los citados: padre-amo, amo en pareja, en clase, en la iglesia, en el Estado, en el trabajo… Imponer la exclusividad explica la verificación de las víctimas.

Y esa es la estratagema sublime (como conocemos) del nacional-independentismo a lo catalán. La excusa: el aquí se justifica por los nacionalistas de allá, los españoles. Luego, sublimes los autoelegidos en la exigencia de la exclusividad, aunque sean menos del 50%; bastardos otros. Los contrarios (españoles de toda clase) son enviados al límite del Estado; o, lo peor, condenan al exilio en su propio territorio. En el ideario de los amos, las puertas del paraíso. Los que no los ratifican se convierten en vasallos de los Reyes Católicos o de Francisco Franco.

Patético y mentiroso, pero eso ocurre. Por ejemplo, la imposición de valores que ni la moral ni la decencia verifican. Esa comunidad declara como patrimonio propio las obras de Sijena, un robo; Puigdemont se postula como presidente para volver a no hacer política; por eso ni nuevos estatutos ni reforma de la Constitución; o se carga contra la dignidad política y sexual de un contrario (Iceta) por no compartirse con ellos. Son una entidad aparte; no responden a la justicia (Puigdemont y los fugados) ni a la razón. Pretenden imponer que los que se niegan a su soflama son fascistas o españolistas o no catalanes; excusan aceptar que quienes aprecian el Estado es porque comparten que hubo gente que luchó hasta la muerte por él para que de ese modo ocurriera.

Es conveniente hablar, pues (caro 21 de diciembre), para confirmar la barbarie de los inicuos, que ni responden al perfil de Dostoievski ni se arriman a la osadía pragmática de Nietzsche.

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