al fin es lunes

La boca sucia de Trump y la tormenta sobre Haití

Carmelo Rivero me lo lleva diciendo desde que me pidió que le dijera qué pasaba por esta parte del mundo, la América convulsa o pacífica

Carmelo Rivero me lo lleva diciendo desde que me pidió que le dijera qué pasaba por esta parte del mundo, la América convulsa o pacífica, a la que de vez en cuando agitan los temporales de la naturaleza y otras veces rompe la voz agria de los políticos que mandan en ella. Me dice Carmelo siempre que puede:

-Tú cuenta, pero no exageres.

No exagero, le digo siempre. Ahora él ha recibido, como mucha gente, ese libro en el que se cuentan las cosas que hace y dice Donald Trump en público y en privado, sin cortarse un pelo, sobre los demás, sobre los suyos, sobre sus enemigos, sobre todo el mundo. Y, finalmente, no sólo en el libro está lo que dice esta especie de monstruo perverso que es el presidente número 45 de Estados Unidos.

Lo que acaba de decir de los emigrantes negros que, por otra parte, han hecho de este país un lugar tan especial, tan creativo, tan rítmico, tan diverso, ha causado aquí, especialmente donde vivo, en Miami, una verdadera tormenta. Humanamente, una tormenta más dañina y duradera que la que ha destruido ya casas y haciendas y vidas humanas en el Caribe más remoto y más desprotegido.

Mi amigo Pablo de Llano, corresponsal de El País, al que de vez en cuando me encuentro por Miami buscando siempre personas para sus historias, me contó en seguida que Trump se burló de los países pobres, como Haití, lo que se dijo en la Pequeña Haití, tan poderosa en Miami. “Ese hombre tiene la boca sucia”. Y por esa sucia boca ha venido la consecuencia de lo más triste de la historia de los Estados Unidos: el racismo y la xenofobia, de la que Donald Trump es consecuencia ruin, insoportable.

Un año después de haber ascendido a los cielos oscuros de su presidencia, el más maleducado de los presidentes ha dañado ya la relación de este hermoso país grande con casi todos los habitantes de la tierra: los que se oponen al cambio climático, los que no quieren que el capitalismo expulse a los seres humanos de aquellos lugares donde aún puede habitar cierta esperanza de mejora de las condiciones de vida, los que viven al amparo de leyes que fueron permisivas en otros tiempos, así como países poderosos con los que ya prácticamente no se hablan, tienen a Trump como el símbolo de alguien con el que es imposible coexistir.

Lo que le dijeron a Pablo de Llano en la Pequeña Haití es cierto. Este hombre tiene la boca sucia, y expande su mal aliento por el mundo entero.

No es una exageración, ya Carmelo lo sabe. Pero lo digo porque a veces oigo a Trump y me digo: “¿Me creerá Carmelo si le digo que he escuchado al presidente Trump decir esta barbaridad?”.

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