al fin es lunes

La GAFA que está matando el periodismo

Es curioso: allí teníamos un cine, que no se llamaba Cinema Paradiso, como la famosa película de Tornatore, y ni me acuerdo de su nombre tantos años después

Esta vez el director no sabía de este viaje.

Estoy en Sylicon Valley, la patria de donde parte el intento de asesinato del oficio que ejerzo desde hace medio siglo, cuando salí de Guía de Isora hacia Caracas, buscando allí, con mis padres, una salida a los lagartos del hambre. Pero esa es otra historia, digna quizá de Cinema Paradiso.

Es curioso: allí teníamos un cine, que no se llamaba Cinema Paradiso, como la famosa película de Tornatore, y ni me acuerdo de su nombre tantos años después. Nunca volví a ver el cine, y sólo una vez volví a Guía de Isora, donde aquellos lagartos descansaban al lado de los obreros, en la carretera, y yo volvía de la escuela buscando entre aquellos rostros tristes la cara de mi padre, que allí apuraba el último cigarro del día.

Pero me acuerdo de todos aquellos andurriales como si nunca me hubiera ido de allí. Y me fui, y se fueron mis padres conmigo, me llevaron a Venezuela, que era el destino de casi todos, para sobrevivir. Ya se sabe qué pasó después, que hubo destinos más alegres y menos alegres; el de mi padre fue, por fortuna, un destino alegre. A mi me dio la oportunidad de estudiar periodismo, y me vio ejercerlo en Caracas, a las órdenes entonces, cuando él ya estaba retirado de su trabajo de ejecutivo en una central lechera (Leche Carabobo, en el norte de Caracas), de Tomás Eloy Martínez, al que le debo casi todo, incluida la amistad, que mantuve hasta el final, de Gabriel García Márquez. Con Gabo coincidí cuando él trabajaba en Caracas, y a Gabo y a Tomás Eloy los oí hablar muchas veces, en la redacción del Diario de Caracas, inventando extraordinarias historias de periodistas que los precedieron.

En aquel entonces me hice periodista escuchando a otros periodistas, y debo declarar que esos dos en concreto no fueron poco maestros para mi. Aun hoy, leer crónicas de ambos me ayudan los domingos para escribirle a Carmelo estas notas a veces melancólicas en las que también me refiero al oficio.

Y del oficio me acordé estos días de Sylicon Valley, donde he venido a ver a un sobrino que se ha adentrado en la amenaza más concreta que tiene el periodismo tal como lo concibieron no sólo Tomás Eloy y Gabo sino el propio Carmelo Rivero, que nació para ser periodista y punto y ahora vive en la época del periodismo y… puntos suspensivos.

Para prepararme a realizar este viaje me hice con un libro que me recomendó en Puerto Rico Héctor Feliciano, un escritor muy importante de esta isla y de la lengua española, editor, además, de un libro memorable con las crónicas más importantes que Gabo escribió en su vida. Héctor me dijo que no me fuera sin esa lectura: Un mundo sin ideas, de Franklin Foer, un periodista que desarrolló su trabajó hasta que le perjudicó el veneno de Sylicon Valley.

En ese libro, que en español ha editado Paidós, Foer narra cómo cuatro monopolios, Google, Amazon, Facebook, Apple, han acabado con el periodismo tal como lo conocemos. Las siglas hacen GAFA. Las multinacionales que han gafado el oficio, lo han echado a los leones de Twitter y Facebook, han propiciado la posverdad, es decir, la mentira, y han reducido el papel a cenizas.

A ver qué le cuento a mi sobrino con estos antecedentes sobre el trabajo que desarrolla en Sylicon Valley. ¡Y a ver qué le cuento a Carmelo!

TE PUEDE INTERESAR