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Nepal: un viaje que te cambia la vida

La ONG canaria Cooperación Internacional Dona Vida colabora desde 2015 con las víctimas de los terremotos en las aldeas rurales
A pesar de las carencias, los niños de las aldeas rurales nepalíes se muestran alegres y sociables | DA
A pesar de las carencias, los niños de las aldeas rurales nepalíes se muestran alegres y sociables | DA

Mi vida cambió desde que conocí a Cooperación Internacional Dona Vida; a su presidente, Germán Domínguez Naranjo, al equipo de voluntarios y a un país llamado Nepal. La vida tiene tantas cosas que ofrecer y tantas cosas que enseñar que el tiempo en este planeta se me hace corto. Nunca pude imaginar que un país tan pobre pudiera darme tantos valores; tantos conocimientos de la vida. Jamás podré olvidar las miradas de las personas que me contemplaban el día que regresábamos a nuestros hogares, a nuestro país, a nuestras islas.

El autor del artículo, junto a varios jóvenes de una de las aldeas rurales de Nepal. DA
El autor del artículo, junto a varios jóvenes de una de las aldeas rurales de Nepal. DA

Qué bonita es la vida cuando hay corazones llenos de amor, sonrisas inocentes y caricias de agradecimientos. La vida o el destino quiso ser generoso conmigo, regalándome la amistad de un gran equipo humano y profesional. Ellos, médicos, fisioterapeuta y enfermero, y el propio presidente de Cooperación Internacional Dona Vida, me dieron la confianza y seguridad para emprender una misión humanitaria que llenó mi vida de gratitud y riqueza espiritual. Nepal tiene algo muy especial que la hace diferente del resto del mundo; pero solamente lo pueden comprender las personas que han tenido la oportunidad de viajar como voluntarios.

Nuestro viaje a Nepal no fue una casualidad. En 2015 hubo un terremoto que dejó unos 9.000 muertos. Cuando llegamos a Katmandú todavía estaba la ciudad y gran parte del interior en fase de reconstrucción. Antes ya habían desenterrado a los muertos. Ahora tocaba la campaña de sensibilización, donde tenía que actuar Cooperación Internacional Dona Vida. Era el momento de estar todos más unidos que nunca. Sobre todo, mantener el espíritu vivo para poder rendir a un nivel muy alto ante las dificultades, emociones y presión que nos íbamos a encontrar. No oculto que toda misión humanitaria en países tercermundistas tiene sus riesgos. Nosotros éramos sabedores de que en cualquier momento podía ocurrir otra catástrofe sísmica en Nepal. Las noches en las aldeas rurales del país son mágicas; millones de luciérnagas y estrellas del universo iluminan los profundos valles y ríos que duermen ante la atenta mirada de las faldas del Himalaya.

Del mismo modo, vivir y compartir sensaciones diversas con el grupo de voluntarios profesionales con los que pude viajar resultó ser toda una experiencia única y conmovedora. Lavar la ropa, compartir comidas y reuniones, ayudar en las tareas sanitarias, dormir todos juntos, en alguna ocasión, en un mismo habitáculo sobre unas alfombras y sacos de dormir y bañarnos con la ayuda de unos cubos de agua fría es algo que nunca podré olvidar. Tampoco puedo olvidar las horas vividas dentro de un vehículo 4×4, cuyo recorrido fue entre senderos o carreteras estrechas de tierras y junto a ríos.

Los puentes colgantes de acero que nos invitaban a ver los cauces y su vegetación. El trayecto fue duro, pero superado por la moral que en todo momento tuvo el grupo de voluntarios, como fueron Germán Domínguez Naranjo, presidente de Cooperación Internacional Dona Vida; Carmen Martínez Magaña, Cristina Durán Fuentes y Teresa Díaz Roger (médicos); May Ibáñez Ruiz (fisioterapeuta); Julián Mariana (enfermero), y el que suscribe en calidad de periodista. Por otro lado, toda esta experiencia vivida con Cooperación Internacional Dona Vida solamente la podemos comprender quienes la hemos vivido y hemos estado en Nepal, país que me enseñó que se puede vivir sin que tenga que llenar un carro de comida todos los días.

Siempre recordaré también la alegría que tenían los pacientes que fueron atendidos en las aldeas de Sipti y Kabilash. Un simple paracetamol, nolotil o unas gotas para los oídos calmaban sus respectivos dolores, lo que ellos asociaban a una especie de milagro. Incluso, cuando llegamos a las aldeas rurales, nos llamaban los dioses europeos.

El trabajo del voluntariado fue exitoso, pero aún queda mucho por hacer. Lo importante es que ese mundo que está al otro lado dejó en mi corazón y pensamiento mucho amor y sabiduría.

Ahora hay nuevos proyectos, nuevas ilusiones, especialmente en la aldea de Pindikhola, donde Cooperación Internacional Dona Vida ya tiene prevista la puesta en marcha del proyecto nutricional Entre2culturas Gofio Canario para Nepal. Un programa que pretende paliar los graves efectos que causa la desnutrición en las aldeas de este país mediante la instalación de molinos que permitan elaborar gofio. El primero es el que se acaba de instalar en la aldea de Pindikhola, en fase de construcción, en un hospital de dos plantas.

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