el charco hondo

La ecuación más difícil del mundo

Nadie les ha pedido que describan la relación entre los lados de un triángulo rectángulo en una superficie plana

Nadie les ha pedido que describan la relación entre los lados de un triángulo rectángulo en una superficie plana, o que sorprendan a la comunidad internacional con un inesperado desarrollo de los logaritmos para mejorar, cuatro siglos después, las bases de cálculo que nos permiten simplificar operaciones complejas. Tampoco se les ha exigido, claro que no, que corrijan la ecuación con la que Newton nos ayudó a comprender el cambio de las funciones cuando sus variables se modifican. De los grupos parlamentarios, en la Cámara regional, no se espera que unifiquen en una sola ecuación la caída de una manzana y las órbitas de los planetas. Qué va. Ni de lejos. Nada de eso. A los partidos que se sientan en los sesenta escaños del Parlamento de Canarias lo único que se les ha pedido (luego, lo que realmente de ellos se espera) es que sustituyan el actual sistema electoral por un modelo capaz de garantizar una adecuada representación de los territorios, de las poblaciones y de las fuerzas políticas. Se les pide que den con la fórmula que equilibre de forma razonable esas variables, no más, que sean capaces de consensuar una solución equilibrada que permita sentar en un Parlamento a siete islas que se parecen pero ya no son las de hace treinta años. Vale que tenemos una realidad territorial particularmente singular, compleja. Es cierto que no resulta sencillo que todas las sensibilidades se sientan cómodas con la solución, de acuerdo; pero, aceptados los obstáculos de partida, no tiene ningún sentido, no tiene un pase, y no cuela, que necesiten otras tres décadas para resolver la ecuación electoral. No se sostiene esa supuesta incapacidad para llegar a un acuerdo. A menos, claro, que sigan sin resolver la ecuación porque no interese resolverla. Y si es así, bueno será que lo digan claramente y nos ahorren esta novela por entregas. No estamos pidiéndoles alardes con los poliedros, las raíces cuadradas o la segunda ley de la termodinámica, sino un sistema electoral justo, equilibrado y razonable. Y nada. No hay forma. No interesa. Que lo digan quienes ya están diciéndolo, y también los que piensan una cosa y declaran públicamente la contraria.

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